United States or Saint Helena, Ascension, and Tristan da Cunha ? Vote for the TOP Country of the Week !


Por cierto que el gorrión no es un pájaro muy agradable que digamos; su plumaje es incoloro y feo, su canto carece de melodía y algunas personas lo acusan de ladrón y de inmoral, lo que me resisto a creer. No tampoco que las babosas hayan pasado alguna vez por animalitos poéticos, y sin embargo, desde el instante de que acabo de hablar tengo locura por gorriones y babosas.

Pero nosotros no escribimos la historia de Carlos V, sino en todo caso la de Yuste. Bueno será, pues, que antes de penetrar en el Monasterio digamos todo lo que se sabe acerca de su fundación y rápido desarrollo hasta el momento en que representó tan importante papel en el mundo, así como respecto de su lamentable ruina.

Con su bolo en las lides indómita guerrea y con su dulce flauta, cual ave que gorjea, celebra sus amores bajo un tibio pensil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hermanos en la idea: nuestra raza es divina ¡Es grande y sacrosanta el alma filipina! Digamos, pues, un himno por su gloria inmortal.

Chocará, por tanto, sobremanera que digamos, contra ese juicio, que ha aprovechado en un sentido muy lato los esfuerzos de sus predecesores, no contentándose con asimilarse escenas aisladas de dramas anteriores, sino hasta el trazado completo de obras de otros autores más antiguos. Sin embargo, la verdad es la antes expuesta, y así lo probarán dos solos ejemplos.

Yo he hablado con Gladstone en un concierto de la reina en Windsor; he conocido a hombres que llegaron por su palabra a presidentes de República; y no digamos de los políticos de España: a la mayoría de ellos los tuve como cadetes de mi camerino, una vez que canté en el Real. Y a pesar de esto, yo tomé en serio por unos días los elogios disparados con que le incensaban sus correligionarios.

Pero no lo digamos y quédese en el tintero para no hacer interminable este escrito. Mucho podrá decirse en pro y en contra de las Odas del Sr. D. Eduardo Marquina, pero no que son un libro insignificante.

Y como persona bien nacida y cristiana, el rey correspondió a este favor dándole el campo y el marquesado. Debían ser amigos, ¿no le parece?... El alférez era un gran personaje; y su señora la peruana, ¡no digamos! Todavía allá en mi tierra, cuando ven a una gringa emperifollada o a una china que se da aires de señorío, dice la gente, por burla: «Ni que fuese Misiá Rosa la marquesa».

La casamentera se limita a decir: «todo está arreglado». Se le piden informes, detalles, y ella repite impertérrita: «le digo que está arreglado todo». En el círculo va pasando la voz: «todo está arreglado». Y aunque, en realidad, nada haya arreglado, acaba todo por arreglarse, debido a esa suave presión del medio, a la atmósfera favorable, al ambiente, digamos así, que todo el circulo de relaciones ha creado a la boda.

Este escudo resulta que es el de Sarrió, o por lo menos, el de su apellido. Pero mejor será que digamos que es el del propio Sarrió, toda vez que la tarjeta pone en el centro, con letras doradas, su nombre y apellidos. No cabe duda; son las armas de él.

Coincidiendo con ella, apareció en el cielo una estrella resplandeciente. ¡Una nueva estrella y un nuevo microbio! ¡Para que luego digamos que en Madrid no se descubre nada!