United States or Bulgaria ? Vote for the TOP Country of the Week !


Pero a Juanita le divertía este ejercicio, y tenía una voluntad indómita. A las observaciones que su madre le hacía daba oídos de mercader; acariciaba a su madre para vencer su oposición y disipar su disgusto, y seguía yendo a la fuente a pesar de todas las observaciones. Una tarde del mes de mayo, Juanita se entretuvo en la fuente en larga y alegre conversación con otras muchachas.

«Para socorrer la extremada necesidad en que estaban, le pareció á Ruy López era conveniente hacerse amigo con el señor de Mindanao, 50 leguas de distancia, isla más abundante; preparó un navío con 50 hombres á cargo de Bernardo de la Torre; prevínole de rescates y mercaderías; llegaron á surgir á la boca de un gran rio; era gente indómita, desabrida por los malos tratamientos de los portugueses; y así sólo hallaron engaños y traiciones; la necesidad les obligó á los nuestros á aprovecharse de las armas; acometiéronlos en un elevado fuertecillo en que, no queriendo rendirse, mataron á los defensores; dando libertad á mujeres y muchachos volvieron á Sarragan con algún bastimento.

Sin embargo, , nacido en esta libertad, bajo esta atmósfera, y aclimatado á estas luchas, no puedes soportar el ruido del mundo: dentro de él te desorientas, te mareas. Yo me asfixio entre esta humanidad resabiada, que es dócil para dejarse perder por un ignorante maligno, é indómita cuando la hablan los consejos del saber y de la sana razón.

Además, abrigaba todavía la esperanza de que la condesita interviniese de un modo beneficioso en mis enredados asuntos amorosos. Me costaba trabajo creer que Gloria se negase en absoluto a dar explicaciones de su conducta. Al entrar en casa me encontré, sin saber cómo, en los brazos de Eduardito, y otra vez sentí en la oreja el cosquilleo de su nariz indómita. Mi profecía se había cumplido.

Y tales los de Leila se exhalaron, tan apenados, tan profundos fueron, tan claro al padre su dolor contaron, que sus fieras entrañas abrasaron y su altivez indómita rindieron. «¡Ah de la vida y su tormenta brava! siniestro el xeque murmuró, y sombrío: ¡Surge á la luz la mariposa esclava, el dormido volcan revienta en lava, el arroyuelo se convierte en rio

La cólera la hacía tartamudear, saliendo de su boca desprovista de dientes unos ruidos extraños. ¡Hum! gruñó Nuncita, torciendo el hocico con mueca de mimo. ¡Niña, no me enfades! gritó su hermana mayor. ¡No quiero, no quiero! repitió aquella criatura indómita con decisión. Y al mismo tiempo se levantó de la silla y arrastrando los pies se fue a refugiar en el gabinete.

Todo el mundo conoce a Melisa, que así se la llamaba por toda la comarca del Red-Mountain; todos la conocían por una chica indómita. Su temperamento díscolo e ingobernable, sus locas extravagancias y carácter desordenado, eran tan proverbiales a su manera como la historia de las debilidades de su padre, y eran aceptadas por los vecinos con la misma filosofía.

Vendrá su hermano el inclito Filipo, El qual sin duda ya venido hoviera, Si la cerviz indomita y erguida Del luterano Flandes no ofendiese Tan sin verguenza su Real Corona. No rescatar, no fuxir, Don Juan no venir, aca morir. Si él acaso viniera, yo cierto, Murierades vosotros, gente infame. Don Juan no venir, no fuxir, aca morir.

Con su bolo en las lides indómita guerrea y con su dulce flauta, cual ave que gorjea, celebra sus amores bajo un tibio pensil. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Hermanos en la idea: nuestra raza es divina ¡Es grande y sacrosanta el alma filipina! Digamos, pues, un himno por su gloria inmortal.

Y esta maldicion horrible que del dolor en la hora Ayela desesperada, de justa venganza ansiosa, pronunció contra el malvado, ignorando su deshonra, ignorando que era madre, cuando lo fué en su memoria, se sublevó turbulenta, sombría, amenazadora; que al maldecir á los hijos de la fiera sanguinosa que asesinó á su familia, maldijo á su sangre propia; y por eso cuando Ataide en su infancia fatigosa, que siempre sobran fatigas donde el dinero no sobra, el bello semblante pálido mostraba, y su linda boca de arcángel no sonreia, la maldicion pavorosa helaba de espanto á Ayela, surgiendo de entre la sombra del imborrable recuerdo de su desdichada historia; y pasaron veinte años de angustias y de congojas para la pobre inocente madre honrada, aunque no esposa, y para el hijo sin padre, del cual fué la herencia sola, con la belleza de Ayela y su sangre generosa, el valor de Aben Jucef y su condicion indómita.