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Erguido como siempre, grave, imponente, hablando apenas; pero adelgazaba, se hundían los fieros ojos, sólo quedaba de él el macizo esqueleto, marcábanse en aquel cuello, que antes parecía la cerviz de un toro, los tendones y arterias entre la piel colgante y flácida, y los arrogantes mostachos, cada vez más blancos, caían con desmayo como una bandera rota.

9 Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque este es pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y poséenos.

14 Mas ellos no escucharon, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales nunca creyeron en el SE

Al fin, vencida de gusto por las caricias, extendió la cerviz y lamió con su áspera lengua la mano de la señora. Ya ves que no hay por qué tenerla miedo dijo riendo y secando la mano con el pañuelo. Pedro la contemplaba con sorpresa.

No con torpe é inconsiderado miedo desvanezcais lo que tanta fatiga ha costado, i no deis ocasion á que duden los enemigos si fuimos nosotros aquellos muslimes, famosos en la tierra por su singular esfuerzo i constancia en las batallas, i á quienes tanta valerosa nacion ha inclinado la cerviz para sufrir las cadenas que les pongamos

9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando con la fe sus corazones. 10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos yugo, que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes por la gracia del Señor Jesús, el Cristo, creemos que seremos salvos, como también ellos.

Los míseros Sicilianos incitados de la insolencia Francesa, desenfrenada en su afrenta y deshonor, tomaron las armas, y con aquel famoso hecho que comunmente llaman Vísperas Sicilianas, sacudieron de la cerviz pública el insufrible yugo de los Franceses, y de Cárlos, que injustamente los opremia, dejándoles al arbitrio y sujecion de ministros injustos; causa que las mas veces produce mudanzas en los estados, y casos miserables en sus Príncipes.

Y los que ponían más empeño en negarla, eran los parásitos del personaje, los que vivían de sus cábalas; más de uno sintió calambres en el estómago. Vamos, que si Esteven se hundía, no había ya remisión posible para nadie: las horcas caudinas en la puerta de la Bolsa, y agachar la cerviz y sufrir el yugo.

No todo era bienandanza, sin embargo, para los futuros querubes de la corte celestial. Don Miguel, el terrible párroco, turbaba de mil modos, a cual más grosero, la paz de su corazón, ora echando una cortina al suelo bajo pretexto de que le tapaba alguna imagen, bien trasladando los jarrones de flores adonde se le antojaba, o deteniendo a los recadistas y empleándolos en otros menesteres, etc., etc. Ninguna censura o mandato episcopal podía debilitar la energía del feroz cabecilla ni hacerle doblar la cerviz.

21 Su aliento enciende los carbones, y de su boca sale llama. 22 En su cerviz mora la fortaleza, y delante de él es deshecho el trabajo. 24 Su corazón es firme como una piedra, y fuerte como la muela de abajo. 25 De su grandeza tienen temor los fuertes, y de sus desmayos se purgan. 27 El hierro estima por pajas, y el acero por leño podrido.