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Actualizado: 16 de mayo de 2025


Como consecuencia de este suceso trágico quedó decidido que Demetria pasase á un colegio y allí permaneciese algún tiempo, «á ver si lograban desasnarla». Con esto, las cartas que de vez en cuando escribía á Canzana eran cada vez más tristes. Y ¡caso extraño! cuanto más tristes eran, más alegraban á la tía Felicia. Allá en el fondo de su corazón la buena mujer se decía: «¡no me olvidaNo, no la olvidaba, ni tampoco á Nolo para quien daba siempre cariñosos recuerdos en sus cartas. El mozo de la Braña sentía, cada vez que la tía Felicia ó el tío Goro se los transmitían, un íntimo gozo mezclado de tristeza. Á pesar de aquellos recuerdos comprendía que Demetria se alejaba de él cada vez más. Por eso se esforzaba en borrarla de su memoria, aunque sin conseguirlo. Tan poco lo conseguía, que en cuanto le era posible hallar un mínimo pretexto se escapaba á Canzana para visitar á los padres de su novia y hablar de ella.

Doña Lupe, cuando entró su sobrina bastante sofocada por haber subido muy aprisa la escalera, admirose de verla tan alegre. «Sabe Dios dijo para ; sabe Dios por qué estarán los tiempos tan divertidos... Probablemente esta salidita, con pretexto de llevarle a Ballester los polvos, sería para verle...

La escena pasa en el gabinete de don Juan. Las paredes están cubiertas de pinturas, fotografías y grabados que representan retratos de beldades célebres más o menos vestidas, y episodios de amor, donde se ven reproducidas todas las fases de la pasión: mitos sagrados, tradiciones históricas y engendros literarios. Psiquis se quema las alas en la antorcha del divino Eros; la fiel Penélope desteje su labor; el necio Candaules muestra a Gyjes la hermosa desnudez de su esposa Nyssia; Florinda y don Rodrigo, enlazados bajo un naranjo, dan pretexto a la venida del moro; Carlos I y Bárbara de Blomberg se abrazan enamorados y orgullosos, presintiendo que ha de nacer quien venza en Lepanto; la desvergonzada Lozana se deja tentar por un canónigo a quien pide dineros; Felipe II se exalta mirando el ojo sano de la

No todo era bienandanza, sin embargo, para los futuros querubes de la corte celestial. Don Miguel, el terrible párroco, turbaba de mil modos, a cual más grosero, la paz de su corazón, ora echando una cortina al suelo bajo pretexto de que le tapaba alguna imagen, bien trasladando los jarrones de flores adonde se le antojaba, o deteniendo a los recadistas y empleándolos en otros menesteres, etc., etc. Ninguna censura o mandato episcopal podía debilitar la energía del feroz cabecilla ni hacerle doblar la cerviz.

La fundación de la sociedad isabelina servíale de pretexto para entrar en tratos con gente diversa, con cándidos patriotas o políticos ladinos, poniéndose también en relación con militares bullangueros; y así, hablando del bueno del Sr. Rufete, dijo a Salvador: Este infeliz ayacucho es una alhaja que no se paga con dinero.

Mientras los señores hablan con sus amadas, los criados, con los caballos, esperan á cierta distancia de la casa....... Además de los medios indicados, de que se valen los enamorados para llegar hasta los objetos de su amor, hay también otros, porque las señoras se visitan con mucha frecuencia, y nada es más fácil para ellas que taparse con un velo, deslizarse por alguna puerta excusada, subir en una litera y encaminarse á donde se les antoja. Mucho les ayuda la particularidad de que todas ellas, por un pacto tácito, guardan inviolablemente los secretos, y cualquiera que sea el altercado ó la disputa que se promueva entre ellas, jamás abren sus labios para venderse unas á otras. Su discreción, en este punto, no merece incondicional alabanza; pero las consecuencias de su ligereza serían aquí más desastrosas que en ninguna otra parte, porque aquí también se mata sólo por sospecha. Las buenas españolas son muy astutas y saben hacer excelente uso de esta prenda, porque como todas las casas tienen puertas traseras, pueden salir á la calle cuando les parece; y como es frecuente que un hermano viva con su hermana, un hijo con su madre ó un sobrino con su tía, sirve esto de pretexto ú ocasión para verse. El amor es aquí naturalmente ingenioso, y apela á todos los recursos para satisfacerse, permaneciendo siempre fiel y constante. Hay intrigas de este género que duran toda la vida, aunque no se haya malgastado una sola hora en perder de vista su término; se aprovechan todos los instantes, y cuando los amantes se ven y quedan contentos, no hay que pedir otra cosa....... A veces sucede que una dama, envuelta en su velo para no ser conocida y con traje muy sencillo, se encamina á pie al lugar de la cita. La ve un caballero, la persigue, y se empeña en hablarla; pero incómoda con este acompañamiento, se dirige á cualquiera de los que pasan, y, sin darse á conocer, le dice: «Yo os ruego que os interpongáis para impedir que este majadero me sigaEsta súplica es una orden para el galán español: habla con el que la molesta, le ruega que no la siga, le aconseja que la deje ir en paz, y, si no accede á su deseo, hay que sacar las espadas; de suerte que, por un encuentro de esta especie, se derrama sangre por una señora á quien no se conoce.

Lope de Vega, en la dedicatoria de su comedia Lo fingido verdadero á Gabriel Téllez, religioso de Nuestra Señora de la Merced (comedias de Lope de Vega, tomo XVI), celebra con grandes alabanzas las obras religiosas de este autor; pero, entre las conservadas hasta nosotros, hay sólo pocas de esta clase. Ya hemos indicado antes cuán difícil es señalar los caracteres exclusivos de este género literario. Algunas de las comedias de Tirso, aunque en el asunto que les sirve de fundamento lo parezcan, por provenir de la Biblia ó de la Historia Sagrada de la Iglesia Católica, no se diferencian, sin embargo, en lo demás considerablemente de los sugeridos por la historia profana. La elección por la virtud (cuyo asunto es la elevación al Solio pontificio de Sixto V de su estado de campesino), contiene, á la verdad, elementos muy profanos, juntamente con otros de una gracia inimitable, como, por ejemplo, la bellísima escena en que una doncella, disfrazada de pastor, y con el pretexto de cazar aves, se acerca á la torre en donde está prisionero su amante, y se comunica con él por medio de un canto de doble sentido, hasta que al fin consigue su libertad. La mujer que manda en casa representa con vigorosas pinceladas la historia de Jezabel, del libro primero de los Reyes. La venganza de Tamar, la de Amnón y Tamar, que hoy se sufriría con trabajo en el teatro. Pocos poetas dramáticos españoles se han elevado tanto en la poesía trágica como Tirso en este notabilísimo drama. Nada hay más patético que el carácter del anciano David, y el tierno amor que muestra ante la pasión culpable de sus mal aconsejados hijos. Amnón, el mayor de ellos, penetra una noche en los jardines cerrados del palacio, en los cuales, con arreglo á la usanza oriental, viven retiradas las mujeres. Oye los cantos de una voz seductora que lo atraen y encadenan, y entabla un diálogo con la que canta, á consecuencia del cual se enamora de ella ardientemente. La obscuridad y el velo que la cubre le impiden ver su rostro; pero acuerdan ambos que se á conocer vistiendo un traje de púrpura en una fiesta próxima, que ha de celebrarse después en palacio. Las escenas inmediatas describen esta fiesta. Amnón reconoce horrorizado que la dama del vestido de púrpura es Tamar, su hermana de padre. Cae en una melancolía profunda, é intenta primero dominar su pasión; pero no puede lograrlo, y la expresa ante su hermana en sus acciones y palabras. El rey David deplora amargamente la tristeza de su hijo, que casi raya en locura. Amnón pide á su padre la gracia de que Tamar sea la elegida para cuidarlo en su enfermedad, y así se le concede. Entonces ocurre la escena violenta, de que nos habla la Biblia, en una forma que rechazan nuestras ideas modernas; pero presentada, no obstante, con extraordinaria animación dramática. Después que Amnón ha satisfecho su deseo, por castigo del cielo se trueca su antiguo amor en el odio más implacable, y atormenta á la deshonrada Tamar y la maltrata sin cesar.

He inventado un pretexto para traerlo a usted aquí dije valientemente, y entregué a Lautrec la esquela de Luciana.

Toda la tarde y gran parte de la noche permaneció en la casita de la viña el grupo de amigos de Salvatierra. El dueño, rumboso y entusiasmado por la vuelta del grande hombre, sabía obsequiar a la reunión. Las cañas de color de oro circulaban a docenas sobre la mesa cubierta de platos de aceitunas, lonchas de jamón y otros comestibles que servían de pretexto para desear el vino. Todos lo saboreaban entre palabra y palabra, con la prodigalidad en el beber propia de la tierra. Al cerrar la noche muchos se mostraban perturbados: únicamente Salvatierra estaba sereno.

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