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Un estremecimiento sacudió el cuerpo del mozo de la Braña. ¡Oh, por !... ¡Bien te acordarás cuando seas señora y vistas de seda y cuelgues de las orejas pendientes que reluzcan como candelas de este pobre aldeano que allá en la Braña destripa terrones! Calla, Nolo, calla profirió ella con acento severo. No me obligues á decir lo que no debo. Lo que soy ahora lo seré siempre para ti.

Y permaneciendo un instante pensativo, añadió: Aunque estemos picados con los de Entralgo, al fin son nuestros compañeros y lo han sido siempre. ¿Queréis que vayamos á esperar á esa canalla y les calentemos un poco las espaldas? ¡, Nolo! clamaron todos á una voz. ¡Adelante! gritó entonces el mozo de la Braña lanzándose con ímpetu por la calzada pedregosa.

Cierta noche, al despedirse á la puerta, Demetria entregó al mancebo un pequeño envoltorio de papel y le dijo con voz temblorosa: Toma; pero júrame que no has de abrirlo antes que llegues á la Braña. Nolo juró y cumplió su juramento. Llega á su casa media hora antes, sube á su cuarto, enciende el candil y abre el envoltorio.

Se mostraba, á par que afligida, un poco confusa en presencia de la que ya no podía llamar hija. Esperó con ansia la noche para ver á Nolo, pues no dudaba que éste, no hallándola en la romería, viniese á Canzana. Amargo desengaño experimentó al observar que se llegaba la hora de irse á dormir sin que el mozo de la Braña llamase á su puerta.

Y la perspectiva de lograr su propósito contribuía más que nada á ponerles alegres. Al cabo llegaron á la Braña. Sólo se componía de tres casas asentadas sobre una pequeña meseta al pie mismo de la Peña-Mea. Cuando el tío Pacho, padre de Nolo, se había ido á vivir allí con su mujer, hacía treinta años, no había más que una mísera cabaña de madera.

Ahora ya sabes por qué no ha venido esta tarde á la romería. Si quieres ir á Canzana puedes hacerlo, y si á la Braña, lo mismo. De todos modos, los mozos de Entralgo estamos siempre para lo que gustes mandar. Quedó Nolo suspenso y acortado al escuchar estas palabras. Una gran tristeza inundó su corazón y empalidecieron sus mejillas. Apenas pudo murmurar las gracias.

Has errado el golpe, Toribión profirió con voz entera el héroe de la Braña. Si tuvieses las manos tan ligeras como la boca pronto darías buena cuenta de . Pero confío en que ahora vas á pagar tu fachenda de siempre y la marranada de ayer. ¡Muera el cerdo de Lorío! Ambos combatientes se arrojaron el uno sobre el otro con el corazón henchido de un furor salvaje.

Caminaron algunos instantes en silencio, heridos de aquella hostilidad inmotivada. Demetria exclamó de pronto: ¡No quisiera vivir más en Canzana, Nolo! ¡Llévame á la Braña, llévame lejos de estos hombres blasfemos y malditos! Nolo alzó los hombros con desesperación. Donde quiera que vayamos, Demetria, nos seguirán. Dentro de poco tiempo no quedará en este valle ningún sitio sin agujerear.

Más de la mitad de aquel montón de árgoma se ha quemado ya en la hoguera: Celso ha disparado una nube de cohetes y los bailarines andan cerca de rendirse. Su voz era dulce, pastosa: su modo de hablar grave y sosegado, trasmitiendo á los demás la calma que reinaba en su espíritu. Desde la Braña hasta aquí hay algunos pasos respondió Nolo con parecido sosiego.

Ya pueden ponerme los vestidos que quieran: debajo de ellos siempre estará Demetria, la misma rapaza para quien hacías zampoñas y buscabas nidos allá en el monte, la misma que acompañaste en las romerías tantas veces. El mozo de la Braña escucha estas nobles palabras con alegría y guarda silencio paladeando su sabor delicioso.