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Gonzalo había venido a pie a la romería con Cecilia, la niña mayor y la niñera. Y como el camino era largo y pendiente, porque ésta no se cansase tanto, había traído a su hija en brazos casi todo el tiempo. Ventura odiaba las romerías. Además, su padre había llevado el carruaje a esperar al duque de Tornos, y pensar en que anduviese a pie media legua, era una monstruosidad.
El tío Goro aparecía siempre solo. El joven le ayudaba con solicitud en todos los menesteres que el ganado y el cuidado de su campo exigían, procurando captarse su afecto, pero no osaba preguntarle por ella. Poco á poco el deseo de verla se fué convirtiendo en anhelo, luego en afán irresistible. No sabía lo que le pasaba; ni tenía aliento para trabajar ni para divertirse en las romerías.
Si no fuese por ella, ¿habría romerías tan alegres como la de la Virgen de Araceli y la de la Virgen de la Sierra de Cabra? ¿Habría Niño Jesús que vestir? ¿Habría procesión que ver? ¿Habría paso de Abraham, Descendimiento, judíos y romanos, apóstoles y profetas, encolchados, ensabanados y jumeones, hermanos de cruz, y demás figuras que salen por las calles, en la Semana Santa?
Bah.... Esos hijos así, nacidos por detrás de la Iglesia.... Luego, si uno oye a los de aquí y a los de allá.... Cada cual dice lo que se le antoja.... La moza es alegre como unas castañuelas; todo el mundo en las romerías le debe dos cuartos: uno la convida a rosquillas, el otro a resolio, éste la saca a bailar, aquél la empuja.... Se cuentan mil enredos.... ¿Usted se ha fijado en el gaitero que tocó hoy en la misa?
Pues á pesar de tan vasta lectura era hombre sencillo, buen labrador, buen padre y buen esposo. Sin embargo, es necesario confesarlo todo, el tío Goro tenía una debilidad; la de que su hija Demetria se presentase en las romerías más lujosa y ataviada que las otras doncellas. Si tal debilidad nació en él espontáneamente ó había sido infundida por su digna esposa, no es fácil decirlo.
Sus sermones en las grandes romerías, en las fiestas de la Asociación de la Vela Nocturna y otras corporaciones que le tenían por director, eran arengas de caudillo, hablando de matar ó morir como los paladines de las Cruzadas, por el sagrado Corazón de Jesús.
No crea usted eso, D. Andrés... Las muchachas están rabiando porque alguno les diga algo, y si es un señorito, mejor que mejor... Mire usted, yo tengo dos hijas; pues no sé cuál de ellas tiene más ganas de salir de casa... Yo les digo: ¿cuándo diablos me atrapáis un señorón rico que os mantenga para que me dejéis en paz?... Pero nada... se pasa el tiempo... van al mercado los jueves, van a las romerías, y nada... no acaban de dejarme solo a mis anchas.
En las aldeas acaece a menudo que no son las más próximas y asequibles las romerías animadas; quizá por el deseo que nos arrastra a todos a vencer dificultades, aunque sea para divertirnos. Celesto vino a proponerle el sábado por la tarde la excursión a ella; se la pintó con tan hermosos colores que, aun a riesgo de fatigarse, consintió en ir, con tal que la vuelta no fuese de noche.
Los que poseía, siempre que salía a la calle a pie, se entregaban, mira a un lado, mira otro, a un trabajo abrumador superior a sus fuerzas. Pero con el tiempo, había ido adquiriendo alguna confianza. Valentina no salía apenas de casa. En romerías y bailes, después de su deshonra, no la había visto nadie.
Mi tía me echó de la casa y mi tío se desapareció. Yo estaba enferma, y Juárez me dijo que si me iba con él, me llevaría a baños. Decía que ganaba montes y montones en las romerías, y que yo iba a estar como una reina. No se podía casar conmigo porque era casado, pero en cuantito que se muriera su mujer, que era una borrachona, cumpliría, si señor, cumpliría conmigo.
Palabra del Dia
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