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Temía que Dios la castigase por su orgullo; temía que el adorado hijo enfermara de la noche a la mañana y se muriera como tantos otros de menos mérito físico y moral. Porque no había que pensar que el mérito fuera una inmunidad. Al contrario, los más brutos, los más feos y los perversos son los que se hartan de vivir, y parece que la misma muerte no quiere nada con ellos.

Su devoción había vuelto, no a renacer, pues no muriera nunca, pero a reavivarse y encenderse. A medida que se acercaba la hora crítica para Nucha, el capellán permanecía más tiempo de rodillas dando gracias al terminar la misa; prolongaba más las letanías y el rosario; ponía más alma y fervor en el cuotidiano rezo.

Me dolía la cabeza y cuando dirigí en torno mío una mirada vaga, creí ver enfrente, trazadas en el yeso de la pared, las palabras: «¡Oh, si ella murieraSentí un calofrío y me vino este pensamiento: «Si Marta se muere ahora, será tu deseo lo que la habrá muertoMe levanté vivamente y me acerqué al espejo.

No por cierto; murió con la resignación de una cristiana entre mis brazos. ¿Y su marido? Está empleado en provincias. ¿Y el padre Ambrosio? Sigue viviendo en su casa de vecindad. ¿Y ?... ¿cómo estás al frente del colegio? Antes de que muriera doña Gregoria lo estaba ya.

Madre decía Manuel, conmovido al presenciar el llanto de la buena mujer , si llora usted ahora a jarrillas, ¿qué haría si me muriera yo? No lloraría, hijo de mi corazón respondió la madre, sonriendo en medio de su llanto . No tendría tiempo para llorar tu muerte. Vinieron las caballerías. Stein se arrojó en los brazos de la tía María.

Hallose ese papel entre los de mi madre cuando murió, y a con su herencia llegaron esos desdichados versos, que yo no puedo recitar sin que se me llenen de lágrimas los ojos; que si el que esos versos compuso no hubiera nacido o no viviera, ni muriera mi padre, ni mi madre fuera desventurada, ni yo tendría un cruel enemigo de mi reposo.

33 Jesús entonces, como la vio llorando, y a los judíos que habían venido juntamente con ella llorando, se embraveció en Espíritu, se alborotó a mismo, 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dicen: Señor, ven, y ve. 35 Y lloró Jesús. 36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. 37 Y unos de ellos dijeron: ¿No podía éste que abrió los ojos al ciego, hacer que éste no muriera?

Si de sola se tratara, muy distinto sería mi modo de pensar... Es tan poco lo que me resta de vida, que, por escasos que sean mis caudales, ha de sobrarme lo más de ellos... porque tengo el convencimiento, hija mía, de que he de vivir muy poco tiempo, ¡muy poco!, mucho menos de lo que te figuras..., y por lo mismo, me afano tanto hoy; porque si me muriera yo dejando las cosas en el estado en que se hallan, seria muy desdichado tu porvenir.

El gran cacique, dice en su tiana Que al viejo dejen , porque delira, Y su hija es doncella muy liviana, Y que á invenciones toles siempre aspira. Cesóle de herir el Chiriguana, Que estaba ya encendido en pura ira, Que no dudo yo cierto, sino fuera Por el cacique, en breve allí muriera.

Flaco, los ojos hundidos, ¡y una mirada tan triste! Aun me dan escalofrios de pensar en aquel tiempo. ¡Oh! ¡Cuánto sufrí, Dios mio! Luégo, aquel llanto tan débil que parecia un gemido... Si volviera á estar así... Si se muriera... ¿Qué he dicho! ¡Hijo de mi corazon! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . No te enfades, hijo mio.