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Actualizado: 26 de junio de 2025


Pocos se van de las romerías sin algunos de estos dulces en un pañuelo, los cuales toman el nombre de perdones, por ser la ofrenda que los romeros hacen á su familia en recompensa de haberse quedado en casa mientras ellos se divierten.

Todos los Valcárcel de la provincia, hasta los del más lejano rincón de la montaña, supieron que por prescripción facultativa Emma había cambiado de vida; se había resuelto, venciendo su gran repugnancia, a salir mucho, frecuentar los paseos, las romerías y hasta las funciones solemnes de iglesia, y podía ser que el teatro. D. Juan Nepomuceno dejaba hacer, dejaba pasar.

Por una cornisa que forma la peña y que apenas se ve desde aquí. Por cierto que cuando llegué delante del agujero salió de repente el pájaro y me dió un aletazo en la cara que me hizo vacilar. Si te hubieras caído, adiós romerías, ¿verdad, Pedro? Iría á las romerías del cielo, que deben de ser mejores que éstas.

Por eso, y por las observaciones y peligros que más atrás apunté, los señores bailarines de las romerías determinaron amparar su diversión favorita con un muro sólido y elevado, contra la curiosidad irreverente de la muchedumbre.

Apenas hay muchacha que se deje acompañar de uno de su igual. El mozo ha de traer por lo menos corbata y hongo, y ha de fumar con boquilla... aunque no tenga plato en que comer. Ninguna se oculta ya para ir al obscurecer acompañada de algún señorito, y a la vuelta de las romerías da grima verlas venir colgadas del brazo de ellos cantando al alta la lleva... ¡Pobrecillas!

Esta cultura es una civilizacion endeble, flaca, postiza, enferma, que quiere engalanarse para que no se vea lo asqueroso de la enfermedad, como los tísicos proyectan viajes y romerías cuando sienten en la garganta la agonía de la muerte.

En las romerías, indispensablemente había de pegarse de cachetes con los zapateros. «Los zapateros» eran entonces otro gremio especialísimo que no comprendía, según la acepción popular del título, á todos cuantos machacaban suela y tiraban del cabo, así en un portal como detrás de una vidriera.

Hubiera preferido, sin duda, unos amores menos alambicados, un novio más á la pata llana, que hiciera lo que los demás, esto es, que la acompañara en paseos y romerías, le contase las especies que corrían por la villa, le dijese que la quería cuando viniese á cuento y en términos lisos y llanos; y si alguna vez le entraban tentaciones de ser más tierno que de costumbre, le diese buenamente un beso en las mejillas y no en la punta de los dedos ó en el pelo, como hacía el suyo.

Como extraordinarios, las romerías cercanas y los jaleos de las sociedades Sin nombre, Unión soltera y otras ejusdem farinoe. En los cafés jugaba al billar ó al dominó, aunque prefería el papel de espectador, con el santo fin de divertirse á costa de algún jugador distraído ó atrabiliario. En las calles, ya conocemos el género de las diversiones á que se dedicaba.

No se negaba a asistir a los bailes, tertulias y otras fiestas que en el lugar se daban. Había ido a las ferias de los lugares cercanos y a algunas romerías, y no esquivaba la conversación de las gentes, aunque con tan juicioso y bien templado decoro, que atinaba a desechar la familiaridad excesiva, sin ofender al vidrioso y sin alentar al audaz y confiado.

Palabra del Dia

rigoleto

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