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Y no se diga para disculpar esta ingratitud, que yo falté una sola vez en veinticinco años al respeto, a la circunspección, a la severidad que la cultura y dignidad de entrambos me imponía, pues ni palabra incitativa pronunciaron mis labios, ni gesto indecoroso hicieron mis manos, ni idea impúdica turbó la pureza de mi pensamiento, ni nombré la palabra matrimonio, a la cual se asocian imágenes contrarias al pudor, ni miré de mal modo, ni fijé los ojos en las partes que la moda francesa tenía mal cubiertas, ni hice nada, en fin, que pudiera ofender, rebajar o menoscabar el santo objeto de mi culto.

Te la toda con el amor que en ella se cría; con afecto de hermana. ¿Qué sombra puede hacerte que sea yo la mujer legítima de D. Casimiro? ¿Por eso hemos de dejar de querernos como hasta aquí, más que hasta aquí? Nos querremos cuanto quieras y cuanto sea posible quererse, sin ofender á Dios. ¿Supongo que no querrás ofender á Dios? Contesta. No, mujer; ¿cómo he de querer yo ofender á Dios?

Si hubiese un abismo por allí, es seguró, tambien que me obligaria á meter las narices en el abismo, como me obligó á mirar la cúpula desde la baranda de hierro, á la altura de un décimo piso. La verdad, dicho sea sin ofender á nadie, no tengo ninguna comezon por ser héroe ni en las profundidades, ni en las alturas.

Con este hecho indigno de cualquier hombre que lo sea, perdió Rocafort amigos, y reputacion; pues dar la muerte á un caballero que se retiraba como vencido á la patria, de donde no le pudiera ofender, ni impedir su grandeza, fué indicio y señal manifiesta de su crueldad, y fiereza.

La última necesidad, como siempre acontece, les hizo resolver de atravesar toda la Provincia de Macedonia, y entrar en Thesalia, cuyos pueblos vivian sin recelo de sus espadas, porque creyeron que Macedonia, y las fuerzas que habian dentro de ella, fueran impenetrables muros para que los Catalanes los pudieran ofender.

De modo que el pobre don Modesto tuvo que resignarse a ser el portador de tan triste embajada, la cual no sólo debía ofender, sino escandalizar a su mística patrona. Mil veces más quisiera decía volviendo a Villamar presentarme delante de todas las baterías de Gaeta, que delante de Rosita, con este no en la boca. ¡Jesús, cómo se va a poner!

Se acuerda usted de para regañarme... ¡Se ha vuelto usted muy regañón, padre!... En otro tiempo era usted más cobarde, más suavecito; todo lo decía dando rodeos, de miedo de ofender a una... ¡Pero ahora! ¡Anda, anda, buenos rodeos te Dios!... Ya ha aprendido bien a regañar... Por supuesto añadió cambiando de tono y acercándose más a él que a me gusta más de esta manera.

Cuando llegaba la hora de entrar en el tocador se la entregaba de nuevo a su hermana. Del mismo modo, aunque con cierta timidez, nacida del deseo de no ofender a su hermana y formar contraste con ella, Cecilia intervino en el cuidado de la ropa de Gonzalo, y en el arreglo de su despacho.

No le arredraba el miedo de ser vencido, porque su amor y su misión le darían seguramente coraje; pero convenía proceder con tacto y diplomacia, pensar bien lo que iba a decir para no ofender a su tía, y, si era posible, ponerla de su parte en aquel tremendo pleito.

Habíase guardado muy bien el pobrecillo de decirles una palabra a Fernandito y a ella, comprendiendo que, por delicadeza le impedirían, desde luego, semejante disparate... Porque, después de todo, había sido aquella una impertinencia de bonísima intención; una de esas pruebas de amistad que se prestan a interpretaciones a pesar de su heroísmo, y llegan hasta a ofender el decoro... y por otra parte, traía aquello una cola larga, larga, que les era muy gravosa...