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Actualizado: 3 de mayo de 2025
¿Se marcha usted porque estoy aquí? dijo secamente lord Gray . Pronto saldré de Cádiz y de España, para no pisar más esta tierra de la ingratitud. Los desengaños que aquí he padecido me impelen con fuerza a huir, aunque mi corazón no ha de encontrar ya reposo en ninguna parte. Asunción no puede detenerse para oírle a usted dijo Inés . Tiene que marcharse a su casa.
Andando, andando, hijo, se llega de una parte del mundo a otra, y si por un lado sacamos el provecho de tomar el aire y de ver cosas nuevas, por otro sacamos la certeza de que todo es lo mismo, y que las partes del mundo son, un suponer, como el mundo en junto; quiere decirse, que en donde quiera que vivan los hombres, o verbigracia, mujeres, habrá ingratitud, egoísmo, y unos que manden a los otros y les cojan la voluntad.
En sus enfermedades no se mueven á compasión, antes los abandonan con increíble ingratitud y los dejan en manos de la hambre y enfermedad; cosa que ni aun con las bestias usan; y fuera muchas veces entre ellos mejor ser perro que hombre, porque de ellos se compadecen y quitan la comida de la boca para sustentar una tropa de galgos.
De todas suertes, la prosperidad y el agradecimiento de los buenos te consolarán de la ingratitud de los que no lo son tanto; porque malos, propiamente, yo no los conozco aquí: la verdad sea dicha.
En primer lugar utilizaron la historia nacional, rica en graves acontecimientos y terribles catástrofes, como el orgullo del último rey de los godos, la pronta venganza del conde D. Julián, la malhadada batalla, que acabó con la monarquía de los godos, y la trágica muerte de Rodrigo; la heróica resistencia de Pelayo en las Asturias; las gloriosas hazañas del Cid, su amor á Jimena, su combate con su padre, su lealtad á los soberanos legítimos, premiada siempre con ingratitud; el asesinato del rey Sancho en el cerco de Zamora; los amores románticos de Alfonso VI y de la bella Zaida, y de Gonzalo Gustios de Lara y la hija de Almanzor; la lucha fratricida entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastamara, semejante á la de Eteocles y Polinice; el asesinato del maestre de Santiago, y la triste suerte de la inocente Blanca de Borbón; el favor y la caída súbita de D. Álvaro de Luna, y las aventuras caballerescas de D. Pedro Niño.
Es guapo chico. Varios españoles residentes en Londres le acompañamos en el tren hasta Dover. Yo le regalé un magnífico reloj... Es muy despejado chico, pero muy despejado. ¡Lástima de Rey! Yo le dije: «Vuestra Majestad va a gobernar el país de la ingratitud; pero Vuestra Majestad vencerá a la hidra». Esto lo dije por cortesía; pero yo no creo que pueda barajar a esta gente.
El señor marqués no se contenta con servirse de los pájaros para producir aceite sin tener olivares, sino que perpetra la ingratitud inaudita de vender ó arrendar el derecho de hacer en sus tierras la caza de esos mismos pájaros que trabajan por cuenta de él, caza que le produce al señor marqués en ciertos meses del año una utilidad mas que regulareja.
Bien había yo previsto que llegaría el momento en que tendría usted que contar con un amigo verdadero. Ya ve usted la inconstancia de su amante y la ingratitud de su amiga. Uno y otra la insultan y la engañan. ¿Vacilará usted en romper la primera con Jacobo y en poner en la puerta á esa insensata á la que ha hecho usted tantos favores? Yo quise protestar, discutir.
Es un deseo... Un simple deseo, ¡nada más! ¿Lo notaste? ¿Se reflejó en tus ojos moribundos? ¿Viste el espectro alzarse a tu cabecera, cuando, santa y buena criatura, exhalabas el último aliento de una existencia que no fue más que amor, a ese espectro que habían engendrado la Envidia y la Ingratitud, y que había introducido, yo, desdichada, en tu apacible interior?
-Bien está eso -dijo don Quijote-, pero yo sé lo que ahora conviene que se haga. Y, llamando a todos los galeotes, que andaban alborotados y habían despojado al comisario hasta dejarle en cueros, se le pusieron todos a la redonda para ver lo que les mandaba, y así les dijo: -De gente bien nacida es agradecer los beneficios que reciben, y uno de los pecados que más a Dios ofende es la ingratitud.
Palabra del Dia
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