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Actualizado: 18 de julio de 2025
Al llegar aquí, la titulada doncella sintió una mano desconocida que la llamó en el hombro, y estremeciéndose y volviendo el rostro, miró entre las ramas levantarse las blancas tocas de un turbante, y luego un mancebo saltar gallardamente ante sus ojos, diciéndola: No te asustes, prima, esposa y señora mía; tú, hermosa Zaida, como te nombra el corazón mío, o bellísima María, como te nombran nuestros altivos vencedores, queriendo así los soberbios, trocándonos los nombres, arrebatarnos los títulos y motes de nuestra elección; tú, Zaida mía, has visto llegar la luna de Rajeb, término puesto por nuestro tío para este enlace afortunado, única dicha que les resta a los dos vástagos de los Reyes de Granada, a los descendientes de los Califas del Oriente y sucesores de los Omiadas de Córdoba.
No más, Zaida le interrumpió el mancebo ; tu palabra última revela cuanto pasa en tu corazón. Esa fe de que tanto blasonas acaso se sostiene más en ti con la memoria de un caballero que no con las pláticas de las misiones; más con el recreo de los papeles y endechas, que con la lectura de catecismos; pero no cuentes con burlar a nuestro tío ni burlar las esperanzas mías. ¡Vive Dios!...
Entre la turba alegre de aquellas bellas orientales, y sobre los almohadones de damasco, se hallaba María o Zaida, como la nombraban los moriscos celosos, y que miraban en ella un vástago de sus pasados reyes. María sola descuidó el afeite de sus ojos, ya por despreciarlo como ocioso, o porque fiase más en el poderío de los suyos.
Ruy Velázquez realiza su deseo, entrega con astucia á Gonzalo Bustos al califa de Córdoba, y atrae á los siete infantes al campo de Almenara, en donde mueren á manos de los moros, con su ayo Nuño Salido. Enamórase mientras tanto de Gonzalo la bella Zaida, hermana del califa, y nace Mudarra de estos amores.
Zaida teme que su amante se escape de la prisión y la abandone, y conjura, con ayuda de la encantadora Hafa, á los poderes infernales para que impidan su viaje. El cautivo lo emprende, sin embargo, y llega á Salas felizmente. Se decide entonces á vengar la muerte de sus hermanos, mata á Ruy Velázquez en singular desafío, y quema viva en su casa á Doña Lambra.
Así como habló Muley todos fueron de su parecer, y allí fué rogar a María y Zaida, pues cada cual la nombraba según su mayor o menor afecto a la religión santa, y muchos la llamaban por entrambos nombres.
En primer lugar utilizaron la historia nacional, rica en graves acontecimientos y terribles catástrofes, como el orgullo del último rey de los godos, la pronta venganza del conde D. Julián, la malhadada batalla, que acabó con la monarquía de los godos, y la trágica muerte de Rodrigo; la heróica resistencia de Pelayo en las Asturias; las gloriosas hazañas del Cid, su amor á Jimena, su combate con su padre, su lealtad á los soberanos legítimos, premiada siempre con ingratitud; el asesinato del rey Sancho en el cerco de Zamora; los amores románticos de Alfonso VI y de la bella Zaida, y de Gonzalo Gustios de Lara y la hija de Almanzor; la lucha fratricida entre Pedro el Cruel y Enrique de Trastamara, semejante á la de Eteocles y Polinice; el asesinato del maestre de Santiago, y la triste suerte de la inocente Blanca de Borbón; el favor y la caída súbita de D. Álvaro de Luna, y las aventuras caballerescas de D. Pedro Niño.
Muley, disimulando el mal reprimido coraje que le hervía en el pecho, venciéndose por aclarar sus sospechas, o reprimir las muestras de su cólera, se acercó al estropeado ya medio sano, y en voz baja le dijo: Mira, soldado; en todo lo que aquí se pasa hay algo de oculto, que conozco y no alcanzo: si yo me hubiera dejado ir a la mano de mi enojo, ya hubiera descendido el castigo, antes que la discreción mía quisiera satisfacerse de las artes que aquí se juegan; pero puesto que mi discreción ha hablado, quiero oirte decirme qué mensajes tienes con Zaida, con María quise decir, y quién puede ser esa persona que cantó poco ha.
Palabra del Dia
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