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Actualizado: 21 de junio de 2025
Ya usted conocerá que con esta educación es imposible el que conserven honestidad, ni aun tengan idea de esta virtud; así pierden hasta el nativo pudor, andan con libertad por donde quieren, sin que sus padres se lo impidan, porque no tienen dominio en ellos; se prostituyen muy jóvenes, y se entregan al vicio de la incontinencia, de modo que cuando se casan ya están relajadas, y aun perdida la fecundidad, y así se menoscaba considerablemente la población.
Cuando un pueblo es tan inmoral que cada uno de sus hijos necesita un espía para no ser asesino ó ladron, no hay fuerzas humanas que impidan que el individuo de aquella sociedad sea ladron ó asesino. El espía no puede hacer otra cosa que añadir á la suma un guarismo nuevo. El ciudadano criminal tendria necesidad de un cómplice: este cómplice seria su propio guardian, la policía, el espionaje.
Esta vida es demasiado dulce y ahuyenta los dolores físicos y morales. ¡Dios mío! os doy las gracias, pero yo no soy merecedora de tanta felicidad. ¡Que las inquietudes de mi espíritu no me impidan reconocer los inmensos beneficios que de Vos recibo!
Ya podéis ver dijo la reina después de que el inquisidor general la estuvo mirando frente á frente algunos segundos, que ni por mi traje, ni por mi semblante, soy la pobre esposa medio viuda, la reina reclusa y humillada; soy la desposada que se viste de fiesta para esperar á su esposo... porque espero á su majestad; ya no hay traidores que impidan al rey llegar hasta la reina... las puertas de mi cámara están francas para su majestad; anoche empezó ese milagro; anoche el rey fué mi esposo.
Zaida teme que su amante se escape de la prisión y la abandone, y conjura, con ayuda de la encantadora Hafa, á los poderes infernales para que impidan su viaje. El cautivo lo emprende, sin embargo, y llega á Salas felizmente. Se decide entonces á vengar la muerte de sus hermanos, mata á Ruy Velázquez en singular desafío, y quema viva en su casa á Doña Lambra.
Yo quiero que me lo impidan. ¿Para qué? Para arrancarla de las garras que la sujetan; para romper las barreras que la religión y la nacionalidad ponen entre ella y yo; para reírme en las barbas de doce obispos y de cien nobles finchados, y derribar a puntapiés ocho conventos, y hacer burla de la gloriosa historia de diez y siete siglos, y restablecer el estado primitivo.
Y te digo más: vendrá un día en que, como hoy, desearás verme, aunque sólo sea el espacio de un segundo... y atropellando por cuantos obstáculos se ofrezcan, y despreciando cuantas trabas te lo impidan, vendrás a mí... a mí. Diciendo esto la sacudía por las muñecas, como el huracán sacude al tierno arbusto.
Bien está que su fe acendrada y robusta, su buen sentido natural, lo recto y nunca maleado de su razón la impidan transigir con la impiedad, aunque vaya unida a toda la gallardía de la juventud, a todo el fuego de la pasión y a todo el poder y alteza del ingenio. Pero ¿era preciso para esto hacerla tan impasible, estoica y marmórea, cuando al fin era mujer y enamorada?
Palabra del Dia
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