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Actualizado: 4 de septiembre de 2024
En la garganta por donde caminábamos era de noche todavía para nosotros; y, en rigor de verdad, no nos amaneció hasta que coronamos el repecho escabroso y llegamos al santuario de la Virgen que me era bien conocido.
Nadie bajó a recogerlo; ningún balcón se abrió siquiera para dejar caer sobre él una moneda de cobre. Los transeúntes, como si viniesen perseguidos de cerca por la pulmonía, no osaban detenerse. Al fin ya no pudo cantar más: la voz espiraba en la garganta; las piernas se le doblaban; iba perdiendo la sensibilidad en las manos.
No, mi niño no es un fenómeno; mi niño no es el Anticristo dijo Isidora oprimiendo contra su garganta aquella cabeza, mayor de lo conveniente, pero muy hermosa. Te digo que este chico ha venido al mundo para alguna tremolina. ¿Ves esa cabeza? ¡Pues dentro debe de traer una cosa...! Hija, tu pimpollo es cosa mala. No diga usted disparates.
Finalmente, que me dio el guano, o sean ocho mil reales, cogió su pagaré, y a vivir. Lo que yo le decía a usted observó doña Lupe casi sin poder hablar, con la alegría atravesada en la garganta . El tal Joaquinito Pez es una persona decente.
Barragán dio un salto en la silla y preguntó otra vez con voz temblorosa y la garganta seca: ¿Han muerto? Sí respondió la aguja. ¿Los dos? Sí. Ya sabemos que Barragán a pesar de sus ojos, de sus narices y sus barbas, todo ello excepcional y temeroso, guardaba dentro del pecho un corazón excelentísimo.
Tentóse, oyendo esto, la garganta don Quijote y dijo, volviéndose al duque: -Por Dios, señor, que Dulcinea ha dicho la verdad, que aquí tengo el alma atravesada en la garganta, como una nuez de ballesta. ¿Qué decís vos a esto, Sancho? -preguntó la duquesa. -Digo, señora -respondió Sancho-, lo que tengo dicho: que de los azotes, abernuncio.
No había en Madrid una garganta mejor modelada, ni un seno mejor puesto, más delicado, más atractivo. El deseo vanidoso de mostrarlo, no contenido por la vigilancia saludable de una madre, le hizo incurrir en más de una ocasión en las censuras de la sociedad.
Un gran patólogo aleman recomienda el arsénico con el carbon vegetal, en la angina diftérica maligna, gangrenosa, ya por los síntomas tifoídeos generales, ya por el estado de la garganta y aun de la exudacion plástica.
Bajándose entonces la gorguera mostrole a Ramiro la terneza de su garganta. El mancebo se sintió desconcertado ante aquella blanquísima piel donde minúsculo lunar exasperaba el deseo cual voluptuosa pimienta.
El deseo de partir el dolor le apretaba la garganta con angustias de muerte.... Y no podía, no podía hablar.... Era una crueldad de su madre no adivinar los tormentos del hijo. Doña Paula le miraba como los demás, como la gente con que había tropezado en la calle, sin conocer que moría desesperado. ¡Y no podía él hablar!».
Palabra del Dia
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