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Actualizado: 4 de mayo de 2025


En la angina gangrenosa, ó mas bien que amenaza ser tal, por la astenia y congestion sanguínea negruzca, el carbon está tan indicado como el ácido clorhídrico; ambos son preferibles á la quina en la afeccion profunda de la garganta, cuando el arsénico no está indicado ó que ha sido ineficaz.

Cuando se hallaba más extasiado, dejando resbalar por la garganta alguna complicada fioritura o fermata, un mugido horrísono se la estropeaba sin piedad, dejándole perdido y anegado para un buen rato. Volvía a sacar la cabeza el fabricante con una nota tierna y de efecto seguro... ¡Zas!, el órgano, como una fiera encarnizada, caía sobre ella y la desbarataba.

Porque el ardor de la lucha había determinado como una relajación de la laringe, en términos que la voz se le había vuelto enteramente de falsete. Salían de su garganta las palabras como el acento de un impúber. «¿En dónde se ha metido?... ¿en dónde?... ¿No es verdad, señores, que es un miserable?... ¿un secuestrador?... Me ha quitado lo mío, me ha robado...

Pasada la Garganta de Pelochate, podíamos escoger dos senderos para llegar á Yuste: el uno va por Quacos, lugarcillo de 300 vecinos, que, como hemos apuntado, dista un cuarto de legua del Monasterio; el otro..... no existe verdaderamente, sino que lo abre cada viajero por donde mejor se le antoja, caminando á campo travieso..... Nosotros escogimos este último, á pesar de todos sus inconvenientes.

Turbéme, pegóseme la voz a la garganta, quedé mohína en todo estremo, pero, con todo, me esforcé lo más que pude, y, con voz tembladora y doliente, le dije tantas y tales cosas, que le hicieron suspender la ejecución de tan riguroso castigo.

¿Y quién es su señorita? ¡Toma! La señorita Gloria. No pude reprimir un movimiento de susto, y me puse, no a leer, sino a devorar la carta, apretada la garganta y las manos trémulas. La buena mujer debió de observar mi turbación, porque al levantar los ojos vi una sonrisa en sus labios.

El ingeniero, sus acólitos y todos los hombres de fuerza sintieron que sus ojos se humedecían. Luego, llevándose las manos á la garganta, empezaron á estornudar.

Cielo santo, ¡qué hermoso será! ¡Cuándo verás en ti, garganta mía, enroscada una serpiente de diamantes, y , cuerpo, arrastrando una cola de gro!... Me gustan, sobre todas las cosas, los colores bajos, el rosa seco, el pajizo claro, el tórtola, el perla.

La indignación le iba subiendo hacia la garganta, y hubiera concluido por hacer alguna desagradable advertencia a su amiga si la chica no se hubiera quejado de nuevo. Vaya, está visto que no nos has de dejar en paz dijo la dama haciendo esfuerzos por sonreír. Habrá que darte suelta.

Al cabo de un rato dejó caer el hacha de las manos y fijó en mi una mirada de angustia que aún tengo clavada en el corazón. «No puedo más, Pedro; tengo hambre», me dijo. Yo no lo que pasó por entonces, señorita. Se me hizo un nudo aquí, en la garganta, como si fuese á ahogarme.

Palabra del Dia

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