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La Nela, deteniéndose y deteniendo a su compañero por el brazo, observaba la boca de la sima que se abría en el terreno en forma parecida a la de un embudo. Finísimo césped cubría las vertientes de aquel pequeño cráter cóncavo y profundo. En lo más hondo, una gran peña oblonga se extendía sobre el césped entre malezas, hinojos, zarzas, juncos y cantidad inmensa de pintadas florecillas.

Sobre todo no sospechéis, no os atreváis á adivinar que quien ha pronunciado aquellas graves palabras, ha sido... ¡La reina! dijo la tapada inclinándose al oído del joven y con voz ardiente y entrecortada : era la infeliz Margarita de Austria. Ya veis si confío en vos. Deteniendo á ese hombre que me sigue, servís á su majestad.

Iban sofocados, sudorosos, de tanto como habían bregado en la galería del piso tercero con Irene y las chicas del jefe de cocinas. «¡Hija, cómo estás!... dijo Rosalía, deteniendo a la niña . Tienes la cara como un cangrejo cocido... Ahora corre aire... métete en casa; no te constipes... ¿Y este granuja...? ¿Ve usted cómo viene?, todo roto y hecho un Adán.

Un cuarto de hora después tropezaba en la muralla, frente al Carmen, con lord Gray, el cual, deteniendo la velocidad de su paso, me habló así: ¡Oh, Sr. de Araceli... gracias a Dios que viene alguien a hacerme compañía!... He dado siete vueltas a Cádiz corriendo todo lo largo de la muralla... ¡Aburrimiento y desesperación!... Mi destino es dar vueltas... dar vueltas a la noria. ¿Está usted triste?

Alcaparrón cesó de gemir. Diga usté, señó, ya que tanto sabe. ¿Cree su mersé que golveré alguna vez a ver a mi prima?... Necesitaba saberlo, le dolía la angustia de la duda, y deteniendo su paso, miraba suplicante a Salvatierra con sus ojos orientales, que brillaban en la penumbra con reflejos de nácar.

D. Carlos 2.º en 1667, que se encuentra en las ceremonias políticas de esta ciudad, recopiladas por D. Lamberto Vidal secretario de la misma , se nota, que cuando llegaba S. M. á Muel, salian los síndicos de Zaragoza y besaban su mano: que S. M. se apeaba en el palacio de la ALJAFERIA, y recibia los puestos segun su precedencia, y hecho esto S. M. entraba á caballo y andaba en medio del jurado en cap y el Gobernador que iban cubiertos; el jurado en cap iba deteniendo el caballo para que el de S. M. llevase de distancia la cabeza.

Todo lo cual, visto de improviso en alguna manera alborotó á Don Quijote, y puso miedo en el corazón de Sancho; mas luego se alegró Don Quijote, creyendo que se le ofrecía alguna nueva y peligrosa aventura; y con este pensamiento y con ánimo dispuesto de acometer cualquier peligro, se puso delante de la carreta, y con voz alta y amenazadora, dijo: «Carretero, cochero ó diablo, ó lo que eres, no tardes en decirme quién eres, á do vas, y quién es la gente que llevas en tu carricoche, que más parece la barca de Caron que carreta de las que se usan.» A lo cual mansamente, deteniendo el diablo la carreta, respondió: «Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el acto de las Cortes de la muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se aparece; y por estar tan cerca y excusar el trabajo de desnudarnos y volvernos á vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos.

Señalando al pueblo y luego a la torre y sus accesorias, y deteniendo al mismo tiempo su caballo, me dijo Neluco: Aquel lugarejo es Provedaño, y aquí está el fin de nuestra jornada de hoy. Después tendió la vista por el esplendente panorama del valle, y fue dándome sobre él todas las noticias que me había dado Chisco, y otras muchas más.

Un nombre infame silbaba en sus oidos pero se hacía la sorda y continuaba su camino. No obstante, cuando vió el convento, se detuvo y empezó á temblar. ¡Volvamos al barrio, volvamos! suplicó deteniendo á su compañera. Hermana Balî tuvo que cogerla del brazo y medio arrastrarla, tranquilizándola y hablándola de libros de frailes.

A lo cual, mansamente, deteniendo el Diablo la carreta, respondió: -Señor, nosotros somos recitantes de la compañía de Angulo el Malo; hemos hecho en un lugar que está detrás de aquella loma, esta mañana, que es la octava del Corpus, el auto de Las Cortes de la Muerte, y hémosle de hacer esta tarde en aquel lugar que desde aquí se parece; y, por estar tan cerca y escusar el trabajo de desnudarnos y volvernos a vestir, nos vamos vestidos con los mesmos vestidos que representamos.