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16 Y partieron de Bet-el, y había aún como media legua de tierra para llegar a Efrata, cuando dio a luz Raquel, y hubo trabajo en su parto. 21 Y salió Israel, y tendió su tienda más allá de la torre de Eder. Y fueron los hijos de Israel doce: 23 Los hijos de Lea: Rubén el primogénito de Jacob, y Simeón, y Leví, y Judá, e Isacar, y Zabulón. 24 Los hijos de Raquel: José, y Benjamín.

Schouten, en su viaje a la India narra a este propósito el siguiente hecho: Durante la recolección del arroz algunos campesinos del Malabar dejaron en la cabaña a un muchacho que, por estar enfermo, no podía salir con ellos al campo. El muchacho salió de la choza y se tendió a la sombra de una palma, donde se quedó dormido. En aquella posición le sorprendió un pitón gigante.

¡Mil ducados, ó la Inquisición y el tormento! Elige. ... ... señor... pues... elijo... ¡los mil ducados! Y tendió las manos al vale. Despacio, despacio, señor Francisco Montiño dijo el duque sentándose en el sillón ; antes es necesario que me respondáis á lo que voy á preguntaros. Si puedo responderos, señor, lo haré con toda mi alma.

El ventero la tomó, se armó de un candil, vino recto a la cama de Mounsey y tendió el oído. El infame grillo, por una intuición del genio, como se llaman en la vida las casualidades, había callado un momento. ¡Nada le valió! Al primer gorjeo, rápido, enérgico, sin vacilación, como el memorista que hace un cálculo ante la concurrencia absorta, el ventero, de un golpe, lo aplastó contra la pared.

Al entrar en la habitación de la abuelita, su cara tomó cierto aire de indiferencia que nunca tenía. Tendió la mano a José Luis y como estaba Adriana junto a ella, se lo presentó.

Entró, y sin sentarse, tendió a Lucía un portamonedas, amorcillado de puro relleno. Aquí tiene usted dijo dinero suficiente para cuanto pueda ocurrírsele, hasta la llegada de su marido. Como estos días suelen los trenes sufrir mucho retraso, creo que no vendrá hasta la madrugada; pero de todas suertes, aunque no llegase en diez días o en un mes, le alcanza a usted para esperar.

D. Álvaro hizo una mueca de desdén, y levantándose de la silla con señales de impaciencia, tendió la mano al sacerdote. Señor excusador, nuestra conversación, si se prolongase, podría convertirse en disputa. Siempre es mala educación disputar con las personas que vienen a visitarnos, pero en este caso, tratándose de un sacerdote, sería una verdadera ofensa. Diga usted cuanto se le ocurra, señor.

Las velas dieron un parchazo furioso en los palos, y alguna se rasgó; El Dragón, como asombrado, dió un bote terrible, se inclinó hasta hundir la proa en el agua, se tendió al viento y se lanzó a la carrera. ¡Hurra! ¡Hurra! gritamos todos, entusiasmados. ¡Callaos! dijo el capitán.

Por otra parte, nunca habían tenido la costumbre de las grandes expansiones; por consiguiente, nada parecía cambiado entre ellos; tocó sonriéndose la mano que él le tendió a su llegada, y la salud de su querido Roberto, su buen aspecto, su crecimiento rápido, diéronle un asunto fácil de conversación, que allanó todas las dificultades.

Miranda tendió la vista por todos lados, hincó sus pupilas en su mujer, en el jesuita, en el doctor.... Después cogió a estos dos de la mano y les rogó tartamudeando, que le concediesen una conferencia de algunos minutos. Pasaron a la habitación inmediata, y Lucía quedó sola con el cadáver. Pudo creer que era terrible pesadilla todo lo ocurrido.