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Actualizado: 18 de junio de 2025
Un galernazo dijo la gente con mucho sosiego. Después del Sur, era de esperar. Y el que tenía qué, se puso á comer; y el que había comido ya, se tendió á dormir la siesta ó á chupar el clásico cigarro delante de una taza de café.
El fraile quiso huir de la isla de perdición, y el rey se lo impidió poniendo embargo a todas las barcas y navíos. Entonces el santo bajó al solitario puerto de Sóller, tendió su manto sobre las olas, montó en él y emprendió el rumbo hacia las costas de Cataluña.
No, no importa... De modo que tu "flirt" con Adriana no tiene mayor importancia. Sí, ya comprendo, cosa de poco momento. Es ella, sin duda, la que te ha obligado a festejarla. La has encontrado aquí, por casualidad. El mismo caso de Castilla. Y volviendo a la desgracia mía... ¿Viste cómo apenas me tendió la mano?
Pero también os ha dicho que quizá sería para mí un casamiento demasiado tranquilo, muy poco brillante. ¡Oh, qué mala hermana! ¡Queréis creer, Richard, que no consigo quitarle ese temor; no comprende que ante todo quiero amar y ser amada! ¡Creeréis, Richard, que la semana pasada me tendió un lazo horrible! ¿Sabéis que en el mundo existe un príncipe Romanelli? Sí, y habríais podido ser Princesa.
Subió ligeramente al coche, y cerrada la portezuela, bajó el vidrio y tendió su mano al joven; él, en equilibrio sobre el estribo, la tomó en la suya. Permanecieron un momento silenciosos, unidos por aquel débil lazo. Un estridente silbido hizo retroceder bruscamente a María Teresa.
Al acabar de decir estas palabras, extinguiose su voz; Isabel le tendió la mano con ternura, y Fernando se apresuró a enjugar las lágrimas que no había podido contener. Entretanto, el señor Perico permanecía de pie con una pluma en la mano y sin atreverse a hablar. Juanita concluyó tranquilamente la lectura del contrato.
Después de haberlo colocado delicadamente sobre los frágiles hombros, Juan retrocedió, diciendo con admiración: ¡Parece usted una reina, María Teresa! Ella se sonrió, y le tendió las manos: Pero muy pobre reina, pues no sé hacerme obedecer. Juan la acompañó hasta el coche, donde se hallaban ya la señora Aubry y Diana.
Siempre se cree que es de mal tono no invitar al brillante desconocido, que ha aparecido una noche en la platea del Colón, o un domingo en el bosque de Palermo. Me acerqué a Blanca; la cumplimenté; me tendió la mano sonriendo, y me dijo: Seremos grandes amigos... Soy su tía... agregó con una sonrisa. Lo seremos le contesté con afecto.
Luego sacudí estos cobardes pensamientos: un violento esfuerzo me desprendió, anudéme al cuello el pequeño pañuelo hecho pedazos y gané suavemente la ribera. Al abordar, la señorita Margarita me tendió su mano temblorosa: esto me pareció recompensarme. ¡Qué locura! dijo. ¡Qué locura! Podía usted haber muerto allí ¡y por un perro! Era el suyo le respondí á media voz como ella me había hablado.
Buscó una rendija entre las lonas para ver algo, pero no la pudo encontrar; se tendió en el suelo y estaba así con la cara junto a la tierra cuando se le acercó la chica haraposa del domador que tocaba la campanilla a la puerta. Eh, tú ¿qué haces ahí? Mirar dijo Martín. No se puede. ¿Y por qué no se puede? Porque no. Si no quédate ahí, ya verás si te pesca mi amo. ¿Y quién es tu amo?
Palabra del Dia
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