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Don Salvador tendió horizontalmente el bastón que llevaba en la mano para señalar una planta, y entonces Fortuna dio un salto por encima del bastón con gran agilidad y luego se quedó sobre sus patas traseras, erguido y grave; volvió a tender su bastón don Salvador y volvió a saltar Fortuna, pero entonces se quedó con las manos apoyadas en el suelo y las patas traseras por el aire.

Pronto se reunieron con la señora y su hija. La carrera terminó a la media hora, al oir que las balas comenzaban a silbar por encima de sus cabezas. Allí no había árboles donde guarecerse, pero unos montes de piedra machacada para el lecho de la carretera, y en uno de ellos se tendió Martín y en el otro el extranjero. La señora y su hija se echaron en el suelo.

Perdonad dijo Juan Montiño ; estaba, y lo estoy, fastidiado; os he confundido con esa turba que me miraba sonriendo, y acaso por equivocación os he ofendido... Perdonad, yo no os conocía, no os había visto hasta hoy. Y tendió su mano al alférez.

El rubor cubría las mejillas de la señora Liénard, sus labios sonreían y brillaban sus ojos con luces del alba, pero no podía articular ni una palabra. Por única respuesta, con gentil movimiento de gratitud tendió sus dos manos a Delaberge, quien las guardó un momento entre las suyas. No prosiguió diciendo.

Por mucha diligencia que puse en mi viaje por aquellas montañas, no llegué al lecho del moribundo sino a la segunda tarde, cuando ya mi pobre y delirante compañero tocaba en la agonía. Al verme, me tendió la mano, y con lágrimas en los ojos me dijo: Querido amigo, no he podido ser superior a mi desgracia.

Al hablar así con verdadera efusión, Juanita tendió, en efecto, las manos a don Andrés. Don Andrés las tomó entre las suyas. Juanita apareció entonces tan confiada y tan hermosa a los ojos del cacique, que este le dijo: ¿Por qué tu amistad solamente? ¿Por qué no tu amor? Ambos somos libres. Amándonos no tendremos que engañar a nadie.

El gigante, atraído por sus risas y queriendo ver el espectáculo de más cerca, se tendió de bruces en la arena, apoyándose después en ambas manos para sacar su cabeza por encima del palacio. Un griterío de mil voces acogió la aparición de este rostro gigantesco que iba elevándose poco á poco sobre el palacio como surge el sol por detrás de las montañas.

Os doy la enhorabuena por haber hallado tal posada dijo don Bernardino , y estimando yo como estimo á vuestra... amiga, no puedo menos de ofreceros mi amistad. Y tendió la mano á Juan Montiño, que se la estrechó fríamente. En aquel momento se oyó una voz de hombre que decía en el corredor: ¡Dorotea!

Entretanto dije yo, el Rey acabará por darse a Satanás si tiene que seguir mucho tiempo todavía sin almorzar. El viejo Sarto se rió socarronamente y me tendió la mano. ¡Es usted un verdadero Elsberg! dijo. Después nos miró detenidamente y exclamó: ¡Dios haga que nos veamos vivos esta noche! ¡Amén! fue el comentario de Federico de Tarlein. El tren se detuvo.

Cuando tropezó con Andrés y le vio al lado de Rosa, no pudo reprimir un movimiento de sorpresa; pero al instante se recobró y les tendió el escapulario, que ellos besaron devotamente.