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Pero aunque su virtud se conserve pura, aunque no halle su perdicion y su deshonra en un mar de lágrimas y de desdichas; aunque tenga el necesario desprendimiento de misma para sacrificarse, ¿por qué razon ha de sacrificarse esa criatura? ¿Por qué razon ha de ser su padre quien la sacrifique? ¿Por qué ese martirio sin gloria?

Yo empeñada en apartarle a usted del camino de la perdición, y usted cada vez más inclinado a seguir por él... Ya se sabe que la juventud ha de tener sus trapicheos; pero los muchachos decentes y bien nacidos desfogan sus pasiones con compostura, antes buscando el trato honesto de personas graves y juiciosas que el de la gentezuela maja y tabernaria.

Para pasar el caldo tenemos que dárselo con Jerez... y por la mañana, para que pase una tostadita, hay que darle un dedito de la horchata de cepa, y por la noche otro dedito... ¿Pero de veras le dais... esa perdición? preguntó alarmadísima doña Lupe. Lo ha mandado el médico. Dice que es medicina. Parece aquello de al revés te lo digo.

Sin duda que en los libros devotos, con la más sana intención, se interpretan harto duramente ciertas frases y sentencias de la Escritura. ¿Cómo entender, si no, que la hermosura de la mujer, obra tan perfecta de Dios, es causa de perdición siempre? ¿Cómo entender tampoco, en sentido general y constante, que la mujer es más amarga que la muerte? ¿Cómo entender que el que toca a una mujer, en toda ocasión y con cualquier pensamiento que sea, no saldrá sin mancha?

39 Pero nosotros no somos tales que nos retiremos para perdición, sino fieles para ganancia del alma. 1 Es pues la fe, la sustancia de las cosas que se esperan, la demostración de las cosas que no se ven. 2 Porque por ésta alcanzaron testimonio los ancianos. 3 Por la fe entendemos haber sido compuestos los siglos por la palabra de Dios, siendo hecho lo que se ve, de lo que no se veía.

¿Por qué me miras y te sonríes de ese modo? le preguntó Ester toda inquieta al ver la expresión de sus ojos. ¿Eres acaso como el Hombre Negro que recorre las selvas que nos rodean? ¿Me has inducido á aceptar un pacto que dará por resultado la perdición de mi alma? No la de tu alma, respondió el médico con otra sonrisa. ¡No; no la de tu alma!

Si tan malos fueron aquellos tiempos, Gabriel dijo el Vara de plata , ¿cómo los españoles mostraban tanta conformidad? ¿Por qué no hacían pronunciamientos y sublevaciones como en esta época de perdición? ¿Qué habían de hacer? El despotismo de los dos cesares había impuesto a los españoles una ciega obediencia a los reyes, como representantes de Dios.

Te equivocas repuso Inés yo no he salido como ... Pero no quiero acusarte ahora, puesto que arrepentida de tu gran falta, volviste a casa de tu madre. ¿Has conocido tu error, has abierto los ojos comprendiendo el abismo de perdición en que ibas a caer, en que quizás has caído ya? No lo que me pasa exclamó Asunción apretando las manos de su amiga . Estoy horrorizada de lo que hice.

Lo mismo dice el Apóstol de la predicación del Evangelio, que a unos es olor vital, a otros olor mortal. ¿Sería luego buena prudencia quitarlo del mundo, quitando a los buenos el único medio por donde se han de salvar, por quitar la ocasión de hacerse peores a los que se pierdan, y de suyo están ya señalados para perdición?

Puede juzgarse cómo aceptaría el caballero de Maurescamp semejante comunidad. Aquella vida ideal tan saludable para todos, tan necesaria a la mujer, rehusósela a su esposa, no solamente por ignorancia y torpeza, sino también por sistema. A este respecto tenía igualmente su principio, y era: que el espíritu romanesco es la verdadera y única causa de la perdición de las mujeres.