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Actualizado: 15 de junio de 2025
Las casualidades de que hablábamos repitiéronse varias veces, sin que Laura se diese por enterada ni acusase recibo del beso. ¡Era tan leve y tan tímido! Si hubiese mostrado enojo, el pobre Pedro hubiera empeorado y acaso sucumbido. Pero con aquella dulce medicina nuestro mancebo se fué mejorando de un modo rápido, hasta levantarse á los doce días del lecho.
El ventero la tomó, se armó de un candil, vino recto a la cama de Mounsey y tendió el oído. El infame grillo, por una intuición del genio, como se llaman en la vida las casualidades, había callado un momento. ¡Nada le valió! Al primer gorjeo, rápido, enérgico, sin vacilación, como el memorista que hace un cálculo ante la concurrencia absorta, el ventero, de un golpe, lo aplastó contra la pared.
¿Y cómo sabes tú que te ha estado echando flores? le preguntó su madre, clavándola una mirada terrible. Julia se puso encarnada hasta las orejas. Lo he oído por casualidad al cruzar por el pasillo... ¿Casualidad, eh? dijo la brigadiera con sonrisa sarcástica. Pierde cuidado, que ya me encargaré yo de que no se repitan esas casualidades.
El duque creyó, por su parte, que nadie sabía el secreto de la duquesa. Ignoraba que el bufón del rey lo sabía por completo, por dos extrañas casualidades.
La familia sabe que obtiene el sustento de las casualidades de esa lotería, de la vida, de la muerte del hombre. Esto presta una seriedad armónica al carácter severo de dicha costa en todas las cosas.
¡Perdonar! veré si perdono dijo Quevedo adelantando, meditabundo, en la habitación donde le habían dejado encerrado ; ¡esperar! sí... tal vez... espero... espero... he entrado con buena suerte en Madrid... y vamos... sí... yo no creía... me ha puesto de buen humor esta pobre condesa, y he encontrado á ese noble joven por quien únicamente vengo á Madrid. ¡Casualidades! una mujer que puede servirme, un joven á quien tengo el deber de servir, y una carta que no sé lo que contiene, pero que veré leer; y ver leer, cuando se sabe ver, es lo mismo que leer ó mejor... ¡pues bien, mejor! y la tapada que ha acompañado ese valiente Juan... y las estocadas de ese caballero con don Rodrigo Calderón... ¡enredo! ¡enredo! ¡y del enredo dos cabos cogidos! esta misma espera me ayuda; esperemos, pero esperemos pensando.
¡Si fué una casualidad, hombre! dijo la Amparo dulcificándose . Vino esta noche porque había ido de juerga con León y Rafael, y a última hora se le ocurrió a Nati hacerme una visita. Pues basta de casualidades. Yo no aspiro a que me adores, ¿sabes?; pero no quiero pagar las queridas a esos perdularios de sangre azul. ¿Lo has oído, salero?
El hecho era grave, y aquel despilfarro rompería de un modo harto brusco las tradiciones de la familia. Mas ¡era tan hermosa la manteleta...! Los parisienses la habían hecho para ella... Se determinaba, ¿sí o no? Se determinó, sí, y para explicar la posesión de tan soberbia gala, tuvo que apelar al recursillo, un tanto gastado ya, de la munificencia de Su Majestad. Aquí de las casualidades.
Por una de aquellas casualidades que favorecen siempre a los osados, la prima donna cayó peligrosamente enferma y la protegida del duque se ofreció a reemplazarla. Veremos qué tal sale de este empeño. En este momento, la condesa, animada y brillante como la luz, entró en la sala acompañada de algunos tertulianos.
A la verdad, este secreto no era mío, y aun cuando la más inocente de las casualidades me lo hubiera hecho conocer, puede ser que la estricta probidad exigiese que lo dejara llegar en su hora, á las manos á que está destinado; ¡pero cómo, si esperando ese momento el mal irreparable se consumiría! ¡Los lazos más indisolubles nos separarían! ¡La piedra de la tumba iba á caer para siempre sobre mi amor, sobre mis esperanzas, sobre mi corazón inconsolable! ¿Y lo soportaría cuando podía impedirlo con una sola palabra?
Palabra del Dia
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