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Y el domingo por la tarde, cuando con sus tres compañeras de «sitio» tomaba el sol en el Bosque de Bolonia entre millares de parisienses, se enteró por los extraordinarios de los periódicos que el combate que se había desarrollado junto á la ciudad y se iba alejando era una gran batalla, una victoria. He visto mucho, Madama Desnoyers... Puedo contar grandes cosas.

Los parisienses tienen orgullo de poseer sus espléndidos jardines de las Tullerías, del Luxemburgo, etc.

No se contentaban con ser elegantes y con andar bien vestidas como las mujeres parisienses, sino que gustaban de añadir a las galas europeas, rasgos y perfiles del remoto país en que habían nacido y de otras apartadas regiones.

Había traído á unos parisienses que deseaban ver el campo del combate. Eran de los que escriben en los periódicos; los aguardaba allí para regresar al anochecer. Don Marcelo hundió la diestra en un bolsillo. Doscientos francos si le llevaba á París. El chauffeur protestó con la gravedad de un hombre fiel á sus compromisos... «Quinientos.» Y mostró un puñado de monedas de oro.

La pasion dominante en las parisienses de mediano y alto coturno, consiste ... ¿en qué dirá el lector? Consiste en alzarse muellemente el traje aunque no haya lodo. Sin duda es un golpe de estado, aplicado á grandes razones de etiquetas. Otra particularidad más curiosa hemos descubierto tambien.

Coleccionaba sellos diplomáticos, bordaba en tapicería, tocaba desastrosamente la flauta y pronunciaba las erres de esa manera gutural y arrastrada, propia de los parisienses, que imitan en España algunos afrancesados elegantes, y es defecto natural en otros muchos, para quienes se inventó aquello de: «El perro de San Roque no tiene rabo, porque Ramón Ramírez se lo ha robado».

Para las tres cuartas partes de los parisienses, ese fruto traído de muy lejos, de vulgar redondez, donde el árbol no ha dejado nada más que un insignificante pedúnculo verde, participa de la golosina, de la confitería. El papel de seda en que está envuelto, las festividades a que acompaña, contribuyen a dicha impresión.

¡Las buenas señoras! ¡Qué felices van á ser! ¡Ah! Quisiera presenciar su alegría... Pero, díganme ustedes, porque esta aventura me apasiona, ¿han navegado ustedes millares de leguas por amistad al señor de Freneuse? ¡Ustedes, dos parisienses, han abandonado su París, sus placeres, sus costumbres, y viajado tanto tiempo, arriesgando sus vidas!...

En tiempo de San Luis, se dió el nombre de Universidad á la reunion de todas las escuelas parisienses, y la universidad se llamaba entonces LA TRES-HUMBLE ET TRES-DEVOTE FILLE DU ROY: LA MUY HUMILDE y MUY DEVOTA HIJA DEL REY. ¡Quién habia de decir á San Luis que la muy humilde y muy devota hija del rey, habia de poner pleito á los mismos reyes! Segunda.

Los normandos asedian la ciudad. En el momento en que el enemigo daba el asalto, el ataud que contenia el polvo de una mujer, recorre en procesion las murallas. Al mirar entre ellos aquel ataud, los parisienses gritan de entusiasmo y de júbilo, como si viesen venir en su auxilio á un ejército numeroso y triunfante. Los normandos no tomaron tampoco á Paris.