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Actualizado: 29 de junio de 2025


Un domingo de Septiembre, á la hora en que paseaban los parisienses aprovechando el hermoso atardecer, supieron por los periódicos el gran triunfo de los aliados y el peligro que habían corrido. La gente se alegró, pero sin abandonar su actitud calmosa. Seis semanas de guerra habían cambiado radicalmente el carácter de París, bullanguero é impresionable.

La población de Burdeos ha mantenido en todo tiempo las tradiciones de la gran revolución francesa, y sus tendencias son, como las de los parisienses, lyoneses y marselleses, decididamente democráticas y republicanas.

Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses, y se apuntaba la invasión lenta y tiránica de los medios colores, que pretenden ser signo de cultura. La sociedad española empezaba a presumir de seria; es decir, a vestirse lúgubremente, y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable.

Creen que van á pasar el tiempo fumando en la orilla del mar, como parisienses de veraneo, y se sublevan cuando ven las cuadras, los dormitorios en que duermen encadenados, los vigilantes revólver en mano... ¡Oh! Cuando se portan bien, la administración es paternal con ellos.

Tal vez las parisienses fuesen más elegantes, más finas que las otras; pero en Berlín todo era grande. Los cafés y los teatros, más enormes que los de París.

Para ello le pareció que el indicado era Maugirón, una de esas gacetillas parisienses que se meten en todas partes, que todo lo conocen y que adivinan lo que no saben.

Perdóneme la señora del almacen, perdónenme los dos caballeros parisienses; yo no lo creo; en honra de Francia, no lo debo creer. Desde los altos y espaciosos pórticos de aquel templo, veiamos á un mismo tiempo la calle Real, la hermosa plaza de la Concordia, las entenas y cables de un bergantin surto en el Sena, y uno de los palacios que adornan la otra orilla del rio.

Verdad es, que siempre que un feliz mortal, viniendo de tierras extrañas, logra vencer la prevención susodicha, su triunfo es completísimo, su propia calidad de exótico le da mayor precio, y los más encumbrados parisienses le ponen sobre el pedestal en que ellos mismos están o se creen colocados.

Las bellezas de París no están clasificadas y catalogadas como las bellezas de Londres; no hacen publicar sus retratos en los periódicos ilustrados, ni dejan vender sus fotografías en las papelerías!... Sin embargo, existe un pequeño estado mayor de una veintena de mujeres, que representan la gracia, la elegancia y la belleza parisienses, cuyas mujeres, después de diez o doce años de servicio, pasan al cuadro de reserva, ni más ni menos que los viejos generales.

El pueblo marselles es muy altivo y orgulloso; se cree superior á todo el mundo, haciendo mucho alarde de los primores de Marsella, y tiene un desprecio profundo por los Parisienses y aún por los de Lyon: no ha mucho los llamaba todavía bárbaros.

Palabra del Dia

irrascible

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