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No, usted es otra cosa dijo el profesor ; usted es un gentleman, y su buen aspecto, así como lo que llevamos inquirido acerca de su pasado, han sido la causa de que le perdonemos la vida ... por el momento. Las palabras del sabio le fueron revelando todo lo ocurrido en esta tierra extraordinaria desde el atardecer del día anterior.

Hullin detuvo el paso, pensando en la vida tranquila, apacible, que abandonaba quizá para siempre; en su cuartito, tan abrigado en invierno y tan alegre en la primavera, cuando abría las ventanitas para que penetrase la brisa de los bosques; en el tic-tac monótono del viejo reloj y, sobre todo, en Luisa, en su buena y querida Luisa, hilando silenciosamente, con los ojos bajos, cantando alguna antigua canción, con voz pura y penetrante, durante las horas del atardecer, en que ambos se consumían de aburrimiento.

mismo, muchacho continuó don Fernando, te expones a un sermón, si Dupont sabe que paseas conmigo. Fermín hizo un movimiento de hombros. Estaba acostumbrado a los enfados de su principal y a las pocas horas de escucharle ya no se acordaba de sus palabras. Además, hacía tiempo que no había hablado con don Fernando y le placía pasear con él en este suave atardecer de primavera.

Tanta era su alegría después de esta excursión, que durante el camino de regreso, influenciado por la dulzura del atardecer, empezó á cantar mientras marcaba el paso, llevando sobre un hombro el árbol convertido en garrote. Su canción era una marcha belicosa de las que entonaba el ejército americano durante la guerra en Francia.

Federico, al volver á casa, le había contado el triste fin del combate, pero con ciertas precauciones, como si temiese la emoción que podía causarle esta noticia. Luego, al atardecer, parecía otro hombre. Rehuyó hablar, contestándola siempre con monosílabos, y por dos veces sorprendió su mirada fija en ella con una expresión que nunca había conocido.

Abril, 1921. Tagalo Kundiman, Kundiman de versos de amores que en los plenilunios prefieres tu vuelo tender: tus suaves estrofas que lloran ocultos dolores dicen la nativa tristeza del atardecer. Tienes el aroma de nuestras edémicas flores y el ritmo y el mimo de un beso ideal de mujer, y resumes toda la queja de los soñadores de mi pobre raza, sujeta a un extraño poder.

El comandante siguió hablando de la dulce Augusta y de sus hijos, mientras tronaba la tempestad invisible en el horizonte sereno del atardecer. Cada vez era más intenso el cañoneo. La batalla continuó Blumhardt . ¡Siempre la batalla!... Seguramente es la última y la ganaremos.

Nunca le había parecido tan grande y majestuoso su parque como en este atardecer de verano; nunca tan blancos los cisnes que se deslizaban, dobles por el reflejo, sobre las aguas muertas; nunca tan señorial el edificio, cuya imagen repetía invertida el verde espejo de los fosos.

Un domingo de Septiembre, á la hora en que paseaban los parisienses aprovechando el hermoso atardecer, supieron por los periódicos el gran triunfo de los aliados y el peligro que habían corrido. La gente se alegró, pero sin abandonar su actitud calmosa. Seis semanas de guerra habían cambiado radicalmente el carácter de París, bullanguero é impresionable.

Lo había introducido igualmente en su casa, pero únicamente para que diese lecciones de piano á la hija menor. «La romántica» ya no se colocaba al atardecer en la puerta contemplando el sol poniente. Karl, una vez terminado su trabajo en la Administración, venía á la casa del estanciero, sentándose al lado de Elena, que tecleaba con una tenacidad digna de mejor suerte.