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Actualizado: 15 de mayo de 2025
A este paraje apartado y romántico acuden todas las tardes los melancólicos fracasados de todos los ideales, los soñadores de las áureas apoteosis que han visto hundirse la leyenda de sus vidas en la bahorrina de la vulgaridad, en el vacío de un vivir abrumadoramente cotidiano.
En cuanto al amor romántico, si bien comenzaba en la forma más pura y conceptuosa, solía degenerar en afecto clásico; porque, a decir la verdad, la imaginación de aquellos soñadores era mucho menos fuerte y constante que la natural robustez de los temperamentos, ricos de sangre por lo común; y el ciego rapaz, que nunca fue romántico, hacía de las suyas como en los tiempos del Renacimiento y del mismo clasicismo, y como en todos los tiempos; y, en suma, según confesión de todos los tertulios de la tienda de Cascos, la moralidad pública jamás había dejado tanto que desear como en los benditos años románticos; los adulterios menudeaban entonces; los Tenorios, un tanto averiados, que quedaban en la ciudad, en aquella época habían hecho su agosto; y en cuanto a jóvenes solteras y de buena familia, se sabía de muchas que se habían escapado por un balcón, o por la puerta, con un amante; o sin escaparse se habían encontrado encinta sin que mediara ningún sacramento.
Volviendo á nuestro gran patio, cuyas escenas observábamos muy atentamente, la atmósfera quedó muy en breve oscurecida por el humo, bajo la sombra de los árboles. La sociedad, según los temperamentos, se clasificó en dos categorías: los comunicativos, y los somnámbulos ó soñadores. Donde quiera que habia mujeres, familias, se charlaba y hacia ruido sin descanso.
Como quiera que ello sea, lo cierto es que aquellos trompeteros o sonadores de kerna podían ya, por virtud de la ciencia oculta custodiada en Oriente, emplear la fuerza del alma y producir el letargo magnético en quien se les antojaba. No nos maravillemos pues, de que Morsamor, que también veía la danza y escuchaba el trompeteo, viniese a caer en hondísimo letargo.
Los soñadores y los eruditos de un siglo pedantesco amontonaban y comentaban los textos; y el descubrimiento, harto fácil en sí, se dificultaba á fuerza de lecturas, de reflexiones, de quiméricas utopías. ¿Era ó no era el paraíso esa tierra del oro? ¿Estaba situada en los antípodas? ¿Existían acaso dichos antípodas?... Al oir eso los doctores, los hombres de sotana, reprendían á los sabios, recordándoles que sobre el particular la doctrina de la Iglesia era formal, habiendo sido condenada expresamente la herejía de los antípodas.
8 De la misma manera también estos engañados soñadores ensucian su carne, y menosprecian la Potestad, y vituperan las potestades superiores. 9 Pues cuando el Arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando sobre el cuerpo de Moisés, no se atrevió a usar de juicio de maldición contra él, antes le dijo: El Señor te reprenda.
Nosotros, como el Hidalgo Manchego, tenemos algo de soñadores; una ilusión nos vivifica.
Cayó durante uno de aquellos combates homéricos del general Conrado Villegas , con el bravo Namuncurá , y allá se quedó... como se han quedado tantos modestos y oscuros, de esos que cumplen el deber por el deber y a quienes los eunucos de la acción y del pensamiento les llaman soñadores porque no pusieron, sobre todo, las exigencias de la bestia, sin que la patria les recuerde, por más que le consagraron lo único que poseían: ¡la vida!
La palidez era de un tono suave, delicado, que hacía muy buen contraste con el negro de andrina de los ojos grandes, soñadores, de movimientos bruscos; unos ojos que parecía que hacían gimnasia, obligados día y noche a las contorsiones místicas de una piedad maquinal, mitad postiza y falsificada.
El ingenio humano puede vencer a esa diosa meretriz que se llama la Fortuna. El alquimista tiene una llamita de ilusión en sus ojos, rojos de tejer y destejer las cifras: siniestra tela de Penélope que ha servido de sudario a tantos soñadores del número. Las matemáticas tienen tanta poesía como un bello soneto.
Palabra del Dia
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