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Lo maduraba en su mente, lo comunicaba a su madre expuesto ya en claras cifras; encontrábalo de perlas D.ª Laura; trataba él de llevarlo a la práctica, y entonces, de las dificultades venía la muerte del plan y el engendro de otro. Primero tratábase de una cosa muy sencilla: «Son habas contadas, mamá» decía él.

Falta consignar que de estas nueve cifras, siete correspondían al sexo femenino. ¡Vaya una plaga que le había caído al bueno de Gumersindo! ¿Qué hacer con siete chiquillas? Para guardarlas cuando fueran mujeres, se necesitaba un cuerpo de ejército. ¿Y cómo casarlas bien a todas? ¿De dónde iban a salir siete maridos buenos?

Esas dos cifras admirables, en un pueblo de ménos de tres millones de ciudadanos, bastan para colocarla en un alto y envidiable puesto: esos datos relevan de todo comentario, hablan por solos mejor que todas las frases.

Hasta cerca de la madrugada estuvo tomando apuntes de varios libros, escribiendo en las cuartillas párrafos muy cortitos, como extractos, cifras seguidas de referencias y citas. Aquello parecía trabajo preparado para que lo aprovechara otro.

Y que la noche que le diga al volver: Mamá, he ganado el corazón de una preciosa persona, cuyo mayor defecto es poseer un capital de unos veinte millones y una renta de dos o tres millones... Se exagera siempre que se habla de centenares de millones: para yo sabré las verdaderas cifras, y eso me basta... Esa noche, mamá se quedará encantada, porque en resumidas cuentas, ¿qué desea ella para ?

Odiaba las cifras y las cuentas y procuraba despachar las que le estaban encomendadas en el menor tiempo posible y por el procedimiento más breve. En cambio era apasionadísimo de los trabajos del campo, de la caza, de los caballos y de los toros. Le costaba mucho trabajo estarse quieto, sobre todo en casa.

Una pensión pequeña, bastará. ¿Qué diría usted de 80 pesos? » Concedido respondí, dando gracias a la Providencia por haberme dado una suegra tan razonable. »¡Ay! la hora del desengaño llegó rápidamente. »Ante mis ojos espantados desfilaron cifras amenazadoras: »200 pesos para los gastos de una criada. Susana había sido demasiado bien educada, para hacer ella misma los quehaceres de la casa.

Y con sencilla amenidad, como si construyese y juntase versos, emparejaba cifras, haciendo resaltar la manera absurda con que la nación se despedía de un siglo de revoluciones, durante el cual todos los pueblos habían conseguido más que el nuestro. En el mantenimiento de la casa real se gastaba más que en enseñanza pública.

Anoche me entretuve haciendo el cálculo. Y señaló un pedazo de papel lleno de cifras que asomaba entre los naipes. ¡Lo mismo que el pianista!... ¡Oh, profesor!... Se miraron los dos con unos ojos de ardor místico, como si realmente estuviesen contemplando este bloque inconmensurable. ¿Qué representaba al lado de tal visión la ganancia de unos cuantos miserables millones?...

Desde la calle no se ven más que los huecos bañados en claridad misteriosa, los cristales de una sola pieza y los visillos de muselina, en cuyos centros campean cifras artísticas de letras entrelazadas. La habitación es suntuosa.