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Actualizado: 15 de junio de 2025
¡Qué bruto! exclamó levantando los brazos . ¡Y pensar que viven sueltos estos fabricantes de sombríos errores!... Quién diría que son de la misma tierra que produjo á Kant el pacifista, al sereno Goethe, á Beethoven... Haber creído tantos años que formaban una nación de soñadores y filósofos ocupados en trabajar desinteresadamente por todos los hombres...
Fuera de la ropa, mejorada en calidad, si no en la manera de llevarla, era el mismo que conocimos en casa de Doña Lupe la de los pavos; en su cara la propia confusión extraña de lo militar y lo eclesiástico, el color bilioso, los ojos negros y algo soñadores, el gesto y los modales expresando lo mismo afeminación que hipocresía, la calva más despoblada y más limpia, y todo el craso, resbaladizo y repulsivo, muy pronto siempre, cuando se le saluda, á dar la mano, por cierto bastante sudada.
A veces sentía remordimientos al pensar que abusaba de la confianza de Roberto, pues él no sospechaba que Marta estuviera en el secreto; pero, cuando la miraba, cuando veía desplegarse su sonrisa, y brillar en sus ojos soñadores la paz y la felicidad, me decía que era imposible que hubiera procedido mal, y mis escrúpulos se acallaban.
Como la Olmeda puede decirse que es un rincón campestre, prestose al naciente idilio con el género de complacencia que hace de la naturaleza amiga perenne de todos los enamorados, hasta de los menos poéticos y soñadores.
Juan veía cerca de él la cara querida, los hermosos ojos soñadores que evocaba tan a menudo y en el silencio de aquel cuarto de enfermo, una profunda turbación lo invadió.
Cada individuo sometido á una producción intensiva, lo mismo que un pedazo de huerta del que desea sacar el dueño el mayor número de verduras... El hombre convertido en un mecanismo... nada de operaciones inútiles que no proporcionan un resultado inmediato... ¡Y el pueblo que proclamaba este ideal sombrío era el mismo de los filósofos y los soñadores, que habían dado á la contemplación y la reflexión el primer lugar en su existencia!...
Aquí, inquietos, vagabundos, aventureros; allí, sedentarios, rudos para la labor, económicos y perseverantes. Más allá, sombríos, desconfiados, tétricos; en el Cauca, poetas, soñadores, vibrantes; en Bogotá, cultos, eruditos, decidores, eminentemente sociales.
Ahora vivo la vida prosáica de quien no fía en humanos afectos, de quien llama las cosas por sus nombres, de quien sólo gusta de la poesía en teatros y academias, y no quiere que el mundo y la sociedad sean como los pintaban los novelistas de antaño, los soñadores lamartinianos, los grandes ingenios de la legión romántica. ¡Ay de mí que malgasté en vanas imaginaciones las energías de mi alma, y despilfarré los más nobles sentimientos, y cansé mi fantasía, y dejé en los zarzales del camino pedazos del corazón!
Aquella elocuencia natural que había causado asombro al iniciarse en el Seminario, se hinchaba y esparcía como un gas embriagador en las reuniones revolucionarias, enardeciendo a la muchedumbre desarrapada, hambrienta y miserable, que sentía estremecimientos de emoción ante la sociedad futura descrita por el apóstol: la ciudad celeste de los soñadores de todos los siglos, sin propiedad, sin vicios, sin desigualdades, donde el trabajo sería un placer y no existiría más culto que el de la ciencia y el arte.
La travesura de pilluelo vicioso que distinguía a Ana le sirvió para olfatear la horrible timidez, el pánico extraño que afligía a aquel hombre tan pródigo de requiebros, tan aficionado al aroma del amor, y tan incapaz, por carácter, de gustarlo, como los soñadores que contemplan la luna de descolgarla del firmamento. ¡Pobre Borrén!
Palabra del Dia
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