United States or China ? Vote for the TOP Country of the Week !


Después de algunas dilaciones, se la concedieron. Me acuerdo de cuando fue allí. Era un señor muy seco y estirado, con chupa de treinta colores, muchos colgajos en el reloj, gran coleto, y una nariz muy larga y afilada, con la cual parecía olfatear a las personas que le sostenían la conversación.

El clérigo sabía que estas cruces señalan el lugar donde un hombre pereció de muerte violenta; y, persignándose, rezó un padrenuestro, mientras el caballo, sin duda por olfatear el rastro de algún zorro, temblaba levemente empinando las orejas, y adoptaba un trotecillo medroso que en breve le condujo a una encrucijada.

Logrólo al fin, y siguió la pista del otro. Pero a los dos minutos regresaba, muy contento de aquella escapatoria nocturna. Eso , no quedó agujerito sin olfatear en diez metros a la redonda. Pero cazar tras el rastro, en el monte, a un galope que puede durar muy bien desde la madrugada hasta las tres de la tarde, eso no. El perro del peón halló una pista, muy lejos, que perdió en seguida.

D. Juan de Pipaón, indispensable en las comisiones, necesario en las juntas, la primera cabeza del orbe para acelerar o detener un asunto, la mejor mano para trazar el plan de un empréstito, la nariz más fina para olfatear un negocio, servidor de mismo y de los demás, enciclopedia de chistes políticos, apóstol nunca fatigado de esas venerandas rutinas sobre que descansa el noble edificio de nuestra gloriosa apatía nacional, maquinilla de hacer leyes, cortar reglamentos, picar ordenanzas y vaciar instrucciones, ordeñador mayor por juro de heredad de las ubres del presupuesto, hombre, en fin, que vosotros y yo conocemos como los dedos de nuestra propia mano, porque más que hombre es una generación, y más que persona es una era, y más que personaje es una casta, una tribu, un medio Madrid, cifra y compendio de una media España.

A luchar con la tentación al aire libre; a cansar la carne con paseos interminables; y un poco también a olfatear el vicio, el crimen pensaba él, crimen en que tenía seguridad de no caer, no tanto por esfuerzos de la virtud como por invencible pujanza del miedo que no le dejaba nunca dar el último y decisivo paso en la carrera del abismo.

Vio la cama levantada, tiesa, muda, fresca, sin un pliegue; salió de la alcoba; en el despacho reparó el sofá de reps azul, las butacas, las correctas filas de libros amontonados sobre sillas y tablas por todas partes; se fijó en el orden de la mesa, en el del sillón, en el de las sillas. Parecía olfatear con los ojos.

Lo único que había osado Bonis antes de irse a baños, había sido olfatear un poco en los negocios de la familia. Tímidamente se atrevió a proponer a Körner y al tío que le llevaran consigo a ver la fábrica, que estaba a una legua de la ciudad, una legua de carretera llena de baches. Nadie sospechó que el viaje fuera malicioso, un espionaje.

De repente, durante la comida, oímos un ruido como el roce de un cuerpo pesado contra los muros exteriores de la casa; inmediatamente después se sintió rascar y olfatear junto a la puerta del salón. Es Joaquín dijo Magdalena en contestación a nuestras interrogadoras miradas. ¿Desean verle?

Creía olfatear un peligro, con ese instinto misterioso de los seres simples que ven en el aire cosas y amenazas completamente ocultas para las personas de razón; el sentido que hace aullar al perro en la casa donde se prepara una desgracia; el impulso que guía el revoloteo de ciertas aves sobre la vivienda a cuyas puertas llama la muerte.

Apretaba el Tuerto contra su pecho corto y ancho trabuco, y, después de girar hacia todas partes el único lucero de su fea cara, de aguzar el oído, de olfatear, por decirlo así, el aire, arrimóse al murallón, medio arrodillándose tras de un seto de zarzas y brezo que lo guarnecía.