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Pero en el invierno y durante los grandes temporales, no hay reglamentos que valgan. Arrecia el vendaval, suben las olas, la espuma blanquea las Sanguinarias, y los torreros de servicio permanecen bloqueados dos o tres meses consecutivos, y no pocas veces hasta con circunstancias aterradoras.

D. Juan de Pipaón, indispensable en las comisiones, necesario en las juntas, la primera cabeza del orbe para acelerar o detener un asunto, la mejor mano para trazar el plan de un empréstito, la nariz más fina para olfatear un negocio, servidor de mismo y de los demás, enciclopedia de chistes políticos, apóstol nunca fatigado de esas venerandas rutinas sobre que descansa el noble edificio de nuestra gloriosa apatía nacional, maquinilla de hacer leyes, cortar reglamentos, picar ordenanzas y vaciar instrucciones, ordeñador mayor por juro de heredad de las ubres del presupuesto, hombre, en fin, que vosotros y yo conocemos como los dedos de nuestra propia mano, porque más que hombre es una generación, y más que persona es una era, y más que personaje es una casta, una tribu, un medio Madrid, cifra y compendio de una media España.

Error! ¿No ha tolerado y aplaudido la supresion de los frailes que le eran tan queridos, como se decia? Yo pienso de distinto modo. Creo que solo dos poderes suprimirán en España, mejor que los reglamentos, las corridas de toros: las elecciones populares y los ferrocarriles, es decir la actividad de la industria y la locomocion, y la vigorizacion de la vida política.

PRIMER OBISPO DE TERUEL, Don Andrés Santos: este Prelado nació en Quintanar de la Vega, diócesis de Leon: fue inquisidor en los tribunales de Llerena, Cuenca, Córdoba, Valladolid y Zaragoza: tomó posesión en 20 de Diciembre de 1578, y fue muy estimado de los teruelanos por sus virtudes, talento y prudencia: hizo varios reglamentos conforme a los cánones y disciplina de la Iglesia, y de algunos se hace memoria en las Constituciones Synodales de su sucesor: la Iglesia de Teruel le debe su primer forma y orden, cuyos servicios fueron tan agradables al Rey que le trasladó a la metropolitana de Zaragoza en Marzo de 1579; salió de Teruel en 28 de Julio del mismo año, y la mayor parte de los vecinos de esta ciudad le acompañaron hasta una gran distancia, habiendo sido sentida por todos su partida, especialmente por los pobres.

Así como los conventos y las leyes fiscales han creado la mendicidad, los reglamentos opresivos han creado la corrupcion oficial y mantenido una administracion incapaz, dispendiosa y embrollada. La sociedad española es asombrosamente inteligente, y los grandes talentos nacen allí donde quiera.

Sinembargo, es fuerza reconocer que hasta ahora no se ha ensayado el sistema mixto que puede convenir mas: el de la libertad unida al estímulo; régimen reducido á estos principios: que el Estado ó el municipio busque al ignorante, donde quiera que se halle, y le ofrezca los medios de instruirse; que el ignorante sea libre de aceptar ó no la enseñanza que se le ofrece, y todo el mundo libre de enseñar ó aprender privada ó públicamente, sin reglamentos de la autoridad; pero que la ley le niegue al ignorante el derecho de intervenir en la direccion de los negocios públicos, puesto que la sociedad tiene el derecho de ser bien gobernada.

En Inglaterra hay una absoluta libertad industrial que permite el establecimiento de trenes, ferrocarriles y telégrafos sin sujecion casi á reglamentos de la autoridad, y por eso cada compañía se esfuerza por rivalizar á las demás. De aquí proviene la rapidez muy notable de las locomotivas inglesas, que hacen 35 á 40 millas por hora, miéntras que en Francia no vencen sino unas 30.

Tuvo noticias en Tungasuca, de que se habian adelantado á sus miras los movimientos de Chayanta, y receloso de que se descubriese la trama que tenia urdida, pasó inmediatamente á la egecucion del proyecto, creyendo que, aunque se habia anticipado el tiempo, podia ser oportuna la ocasion, atendido el descontento que generalmente se manifestaba por los reglamentos espedidos de la Corte para el nuevo establecimiento de algunos ramos de real hacienda, que en nada perjudicaban á los indios, porque los exceptuaban las soberanas deliberaciones, siempre atentas á su beneficio y comodidad.

Los vetustos reglamentos especiales de las pescas ribereñas no son adaptables para la navegación moderna. Requiérese un código común de las naciones, aplicable á todos los mares, un código que regularice no tan sólo las relaciones del hombre con el hombre, sino las del hombre con los animales.

»Nosotros fingimos no ver lo que hace. ¿De qué sirven los reglamentos ante la muerte?... Lo que importa es que proporcione un poco de alegría al que se va. Cada uno hace el bien como puede. Anoche la sorprendí empleando su método en la sala de los desesperados. Tenemos un tirador marroquí con las piernas y el vientre deshechos. Va á morir de un momento á otro; tal vez ha terminado á estas horas.