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Actualizado: 25 de junio de 2025


Es de un individualismo rabioso: le place más rascar sus liendres al sol en medio del arroyo, que aprisionarse en el régimen un poco frío de las Casas de Caridad, donde, además, tienen que aguantar la férula religiosa. Al rancho metódico prefieren la guiropa en la alegría de las solanas, de sabrosa y picara parla con sus hermanos de cofradía.

De repente, durante la comida, oímos un ruido como el roce de un cuerpo pesado contra los muros exteriores de la casa; inmediatamente después se sintió rascar y olfatear junto a la puerta del salón. Es Joaquín dijo Magdalena en contestación a nuestras interrogadoras miradas. ¿Desean verle?

Paróse Sancho Panza a rascar la cabeza para traer a la memoria la carta, y ya se ponía sobre un pie, y ya sobre otro; unas veces miraba al suelo, otras al cielo; y, al cabo de haberse roído la mitad de la yema de un dedo, teniendo suspensos a los que esperaban que ya la dijese, dijo al cabo de grandísimo rato: -Por Dios, señor licenciado, que los diablos lleven la cosa que de la carta se me acuerda; aunque en el principio decía: «Alta y sobajada señora». -No diría -dijo el barbero- sobajada, sino sobrehumana o soberana señora. -Así es -dijo Sancho-. Luego, si mal no me acuerdo, proseguía..., si mal no me acuerdo: «el llego y falto de sueño, y el ferido besa a vuestra merced las manos, ingrata y muy desconocida hermosa», y no qué decía de salud y de enfermedad que le enviaba, y por aquí iba escurriendo, hasta que acababa en «Vuestro hasta la muerte, el Caballero de la Triste Figura».

Eppie se dio cuenta de que su conducta era observada; sin embargo, el observador no era más que un benévolo burro que pacía con una traba atada a la pata, un asno apacible que no criticaba desdeñosamente las debilidades humanas, y que, por el contrario, se felicitaba cuando se lo admitía a compartirlas haciéndose rascar cuando podía.

Ya los pardillos han descendido del tejado hasta el patio. Desde la parra caen rápidos sobre las losas del piso y corren a saltitos comiendo las migajas que Azorín ha esparcido por la noche. Cacarea a lo lejos un gallo; suena el grito largo de un vendedor; se oye sobre la acera el rascar de una escoba. Y la campana vuelve a llamar con golpes menuditos. La ciudad ha despertado.

Pero eso no es una necesidad, mamá dijo Liette dejando la pluma con resignación; eres absolutamente libre... Sin duda, hija mía, sin duda; pero no querría perjudicarte en tu situación y prefiero dominar mi legítimo orgullo. Te aseguro... Tu felicidad ante todo, hija mía; por verte dichosa me resignaría a rascar la tierra con las uñas.

Oíase el gemido de la prensa, el roce del pegajoso rodillo negro y el rascar de la pluma del maestro sobre la piedra. Juan Bou, que aunque buen catalán tenía un oído infernal, destrozaba entre dientes La Marsellesa, como destroza el fumador la colilla del cigarro. Después escupía unas cuantas notas, y callaba para empezar de nuevo al poco rato.

Al poco rato «su espíritu se fue identificando con la guitarra». La guitarra, para Bonis, era a los instrumentos de música lo que el gato a los animales domésticos.... El gato era el amigo más discreto, más dulce, más perezosamente mimoso.... la guitarra le acariciaba el alma con la suavidad de la piel de gato, que se deja rascar el lomo.

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