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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Y ahora veamos el supuesto conflicto mío por otra cara. Cierto que, decidido yo a casarme por cálculo y a sangre fría, al echarme a la calle en busca de mujer, no hubiera trepado a las alturas del «gran mundo», ni elegido entre las que tienen madres de las que pueda decirse lo que se dice de la madre de Luz; pero aquí han pasado las cosas muy de otro modo: yo no he salido de mi casa para olfatear una novia por esas calles de Dios. Luz y yo nos encontramos por obra de una casualidad, o porque estaba decretado así...; creo que fue porque estaba decretado. El hecho es que nos encontramos, que nos comprendimos y que nos amamos, y que Luz, que me había deslumbrado por hermosa, acabó de enloquecerme por buena, por inocente..., por santa. Resulta ahora que esta Luz sin tacha es hija de una madre llena de pecados, y que aunque la hija los ignora y es incapaz de cometer otros semejantes, yo debo renunciar a ella por los que su madre ha cometido.
Sus narices de ventanas dilatadas no le servían para olfatear el jabalí ó el oso que cruzaban por el bosque, sino las pesetas que podía devengar el proceso que tenía entre las manos. Y vengan providencias, y notificaciones y resmas de papel sellado cuando los procesados eran personas solventes ó poseían al menos un pañuelo de tierra ó una yunta de vacas.
La travesura de pilluelo vicioso que distinguía a Ana le sirvió para olfatear la horrible timidez, el pánico extraño que afligía a aquel hombre tan pródigo de requiebros, tan aficionado al aroma del amor, y tan incapaz, por carácter, de gustarlo, como los soñadores que contemplan la luna de descolgarla del firmamento. ¡Pobre Borrén!
Obdulia Fandiño, pocas horas después de saberse en el pueblo la catástrofe, había salido a la calle con su sombrero más grande y su vestido más apretado a las piernas y sus faldas más crujientes, a tomar el aire de la maledicencia, a olfatear el escándalo, a saborear el dejo del crimen que pasaba de boca en boca como una golosina que lamían todos, disimulando el placer de aquella dulzura pegajosa.
Palabra del Dia
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