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Que Manila podía ser una segunda Venecia nadie lo ignora. Tiene en lo que constituye sus arrabales, la vida y la actividad, donde refluyen las transacciones, la riqueza y casi casi nos permitiremos decir, que el buen tono. Hoy Manila también tiene buen tono. La moda lo mismo traspasa masas inmensas de granito, como grandiosos Océanos de agua salada.

Ni puedo ni quiero adelantarme a interpretar su voluntad, que acaso se modifique dadas las circunstancias. »El desdichado ignora la gravedad de su situación; supone que se curará por completo; cree que verá pronto, y a quien más desea ver es a su Felisa.

Figúrese usted me dijo poniéndome una mano en el hombro para contener mi impulso que no puedo encontrar el vínculo de parentesco entre los Olmutz y los La Fribourgére... ¿Desea usted saberlo? Ciertamente... Pero es humillante preguntar a esa gente, porque parece que ignora uno la gramática.

Asimismo hubiese podido tomar ejemplo de otras localidades de Bretaña. ¿Quién ignora la gran cantidad de frutas y de legumbres que produce Roscoff, las cuales llegan á venderse á vil precio hasta en la misma Normandía? Volviendo á nuestro edificio, lo quiero no muy alto. Bajos y un piso para los dormitorios.

Los señores de Gautet, Bersonín y Dechard le siguieron una hora más tarde, llevando el último un brazo en cabestrillo. Se ignora la causa de la herida, pero se sospecha que ha tenido un duelo, en el que figura como causa una mujerInformes auténticos observé, alegrándome al saber que el bribón tenía buena memoria mía.

Si tuviera que perdonarle, en honra de la noble memoria del senador Vieillard, le perdonaria. Ahora preguntaré: ¿se cumplió el testamento del senador Vieillard? Creo que no. ¿Por qué? Acaso Luis Napoleon lo sabe, acaso lo ignora, pero la verdad es que la última voluntad del difunto no se cumplió. Me parece oir á un lector que dice: pues ¿qué sucedió en esto?

» Pero su hijo de usted ignora díjela yo lo que sucede en mi casa, y no sospecha todo lo que puede suceder.

El hombre que no tiene mas guia que su corazon, es el juguete de mil inclinaciones diversas, y á menudo contradictorias: una lijerísima pluma en medio de una campiña donde reinan los vientos, no lleva las direcciones mas variadas é irregulares. ¿Quién es capaz de contar, ni clasificar, la infinidad de sentimientos que se suceden en nuestro pecho, en brevísimas horas? ¿Quién no ha reparado en la asombrosa facilidad con que se pasa de la viva afición á un trabajo, á una repugnancia casi insuperable? ¿Quién no ha sentido simpatía ó antipatía, á la simple presencia de una persona, sin que pueda señalarse ninguna razon de ello, y sin que los hechos ofrezcan en lo sucesivo motivo alguno que justifique aquella impresión? ¿Quién no se ha admirado repetidas veces de encontrarse transformado en pocos instantes, pasando del brio al abatimiento, de la osadía á la timidez ó vice-versa, sin que hubiese mediado ninguna causa ostensible? ¿Quién ignora las mudanzas que los sentimientos sufren con la edad, con la diferencia de estado, de posicion social, de relaciones familiares, de salud, de clima, de estacion, de atmósfera?

El jardín, como nadie ignora, es muy bonito, y por la noche, iluminado con luces de gas veladas por globos de cristal blanco y opaco, parece mayor. Aquella iluminación presta a los árboles y a la verde hierba y a las flores cierta vaguedad y hermosura. La animación y el bullicio dan al conjunto superior agrado.

Bajo los últimos soles del invierno empezaba á sonreir la Naturaleza, ciega, sorda, insensible, que ignora nuestra existencia y acoge indiferente en sus entrañas lo mismo á un pobre animalillo humano que á un millón de cadáveres.