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Pues , señor prosiguió el pastor ; es una hierba que se llama pito-real, pero que nadie ve ni conoce sino las golondrinas: si se le sacan los ojos a sus polluelos, van y se los restriegan con un pito-real, y vuelven a recobrar la vista.

Más de un enemigo, en el campo de batalla, perdió la vida al filo de su acero; y ciertamente que muchos y muchos quedaron allí tendidos, como en el prado la hierba segada por la guadaña, á impulsos de aquellas cargas á que su espíritu comunicó su triunfante energía.

39 Y les mandó que hiciesen recostar a todos por partidas sobre la hierba verde. 40 Y se recostaron por partidas, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta. 41 Y tomados los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, bendijo, y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y repartió a todos los dos peces. 42 Y comieron todos, y se saciaron.

Una de ellas, más atrevida que las otras, respondió: , señora; súbase al pajar y recoja la hierba que nosotras le daremos. Pedro alzó una escalera de mano que estaba en el suelo y la arrimó á la abertura del pajar, subiendo inmediatamente por ella. ¿Se atreve usted á subir, señorita? dijo desde arriba.

Cuatro indios arqueros se apostaron para herir a traición al capitán blanco que salía indemne de los combates, y un día que Ojeda avanzaba por la selva, extrañando la ausencia de enemigos, recibió un flechazo en un muslo. Por primera vez su cuerpo manaba sangre. La herida, que era «de hierba», ennegrecióse rápidamente por la acción del tósigo.

Párase ante una hierba olorosa que nunca había visto: una extraña mariposa revolotea ante él: mientras estudia las nuevas especies de plantas ó animales ó procura darse cuenta del conjunto de los rasgos de aquella naturaleza desconocida, se le acerca un pastor, hombre de otra raza y de otra civilización: hasta su idioma es distinto.

Muy contra su voluntad, a pesar de la desgracia que tenía encima, el cazador sintió el placer de la vanidad satisfecha. «Frígilis había disparado dos tiros y... nada; disparaba él uno solo y... cuatro.... , cuatro, allí estaban, sangrando sobre el prado, mezclando las gotas rojas con la escarcha blanca de la hierba».

Salomón advirtió el mal de Echeloría, y Guadé advirtió el mal de Mutileder. Conferenciaron sobre ello. Se lo contaron todo. Buscaron remedio y no pudieron hallarle. ¿Qué hierba, qué elixir, qué talismán sería poderoso contra tan rara dolencia, que designaron con el nombre de dolencia de los dos amores? Presintieron los reyes que iban a perecer sus dulces amigos y se desconsolaron.

No podemos olvidar en nuestra dedicatoria a los amigos de la comarca donde vivió ella, los servidores ya viejos que no pronuncian su nombre sin verter una lágrima, ni a los labradores, cuyas pisadas desde hace veintiocho años, han privado de crecer hierba en el camino que conduce a su sepultura. Saint-Point, 2 de noviembre de 1858. Hoy es el 2 de noviembre, día llamado de difuntos.

Era un cruzamiento de vías estrechas con altas aceras pavimentadas de bloques poligonales de lava azul. En sus intersticios formaba la fecundidad primaveral apretados cordones de hierba moteados de florecillas. Carruajes milenarios, de los que no quedaba ni el polvo, habían abierto con sus ruedas profundos relejes en este pavimento.