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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Los cuerpos extraños se juntaban bajo la misma pegajosa cubierta, la carne se rozaba con otra carne sudorosa, tal vez enferma de peligrosas infecciones.

Fortunato levantó la cabeza y sonrió. Hola, ¿eres ? Don Fermín se sentó en un sofá. Estaba un poco mareado; le dolía la cabeza y sentía en las fauces ardor y una sequedad pegajosa; se ahogaba en aquel recinto cerrado y estrecho; el alcohol le había perturbado.

Las horas, que se arrastran pesadamente de la mañana a la noche, despidiendo como una baba pegajosa, empapan mi alma en desesperación. Esto ya no es vivir. Hágome cuenta de que ya se acabó todo, y voy a escribir. Isidora viene. Esta desgraciada es el único ser que ha tenido la abnegación de unirse a y ampararme cuando me ha visto abandonado por todos. ¡Oh corazón generoso!

Para refinar la imitación, faltaba darle la pátina del uso, aquella suavidad pegajosa que resulta del paso por tantas manos de cajeros y cobradores, por las de los pródigos así como por las de los avaros. Rosalía sometió los trozos a una serie de operaciones equivalentes al traqueteo de los billetes en la circulación pública.

Le entraban irritaciones sordas a la vista de objetos dejados por él, un par de zapatos viejos y torcidos, una faja de lana roja pendiente de una percha, una colilla negra y pegajosa, caída en el suelo.

Freya hizo un ademán de protesta, al mismo tiempo que el marino se arrepentía de su generosidad... ¿Por qué favorecer á una mujer que le recordaba la muerte de su hijo?... ¿Qué había de común entre los dos?... Los viles amores de Nápoles harto los había pagado con su desgracia... Que cada uno siguiese su destino; pertenecían á mundos distintos... ¿Iba á tener que defenderse toda su vida de esta hembra pegajosa?

La mujer goza más viva y más íntimamente observando la superioridad del hombre que humillándole. Clementina fué feliz aquella tarde. Pero si Osorio salió bien del paso, no le perdonó jamás la intención de humillarle; porque era tan orgulloso como ella. La pasión frenética que le había inspirado sofocó por algún tiempo todo otro sentimiento. Su luna de miel fué tan pegajosa como breve.

¡Loca!... ¡idiota!... gimió Mesía limpiando su mejilla que sintió húmeda y pegajosa. ¡Vuelve por otra! A que soy tambor de marina, como dice la Marquesa. La dama, completamente tranquila, sonriente, se metió un terrón de azúcar en la boca. Era su sistema. Se prohibía a misma, por desconfianza, las dulzuras de los engaños de amor, y los compensaba con golosinas, que «se pegaban al riñón».

Los pasos resonaban con eco gigantesco, como si se conmovieran todos los sepulcros de reyes, en la catedral. Apenas hubo pisado las baldosas del pavimento, sintió en el rostro la caricia fría y un tanto pegajosa de aquel ambiente de bodega subterránea. En el templo todavía era de noche.

Mi Remedios sólo es una muchacha de pueblo y el diputado querrá una señorona de Madrid. Rafael hacía tiempo que conocía el designio de su madre. El no quería a aquella gente. El padre, a pesar de pegajosa afición a ofrecerle planes, le era simpático por el respeto que mostraba hacia su familia.

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