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Ojalá olviden, ahí, lejos de nosotros, la pasión que mi hermano y yo les hemos inspirado. Quiera el cielo que, ya que no se tengan un amor muy fervoroso, lo cual no es posible cuando se ha amado con fogosidad a otras personas, se cobren mutuamente aquel manso y tibio afecto, que es el que más dura y el que mejor conviene a las personas casadas. A , entretanto, todavía no me ha pasado el susto.

Pepita contestó D. Luis , no es que su alma de Vd. sea más pequeña que la mía, sino que está libre de compromisos, y la mía no lo está. El amor que Vd. me ha inspirado es inmenso; pero luchan contra él mi obligación, mis votos, los propósitos de toda mi vida, próximos a realizarse. ¿Por qué no he de decirlo, sin temor de ofender a Vd.? Si usted logra en su amor, Vd. no se humilla.

Vamos, me alegro interrumpió el conde ; pero cuidado, niño, que si la flor es delicada, puede marchitarse y deshojarse temprano. Ya de eso cuidaré yo replicó D. Luis . Veo que se juega. Me siento inspirado. Vd. talla. ¿Sabe Vd., señor conde, que tendría chiste que yo le desbancase? Tendría chiste, ¿eh? ¡Vd. ha cenado fuerte! He cenado lo que me ha dado la gana.

Te has entregado, ciegamente, a un sentimiento que tal vez cualquier otra mujer te hubiera inspirado también. El amor, el verdadero amor del hombre, es algo ante todo espiritual; los sentidos sufren su influencia, a veces de una manera violenta, pero sin avasallar al espíritu nunca.

Además, el doctor le había inspirado una gran confianza y sentía el anhelo de todo enamorado por comunicar su felicidad. ¿A quién mejor que al bondadoso Aresti, que además aparecía ante sus ojos engrandecido por su parentesco con Pepita?... La reserva vergonzosa del ingeniero, se convirtió en una verbosidad atropellada.

Se había tapado los oídos una tarde que cautelosamente se acercó a las ventanas del salón, cuando ella estaba en el piano y él de pie mirándola lo mismo que un tenor... ¡Y decían que esta infeliz, igual a una doncella de servicio, había sido una mujer hermosa y una grande artista!... ¡Y todos los éxitos de Ojeda en el buque consistían en haber inspirado tal pasión!... Debía felicitarlo por su buena suerte.

Es verdad que supe después a quien se dirigían sus obsequios y con quién sostenía una correspondencia clandestina... ¡Era Elena!... Decididamente, la mujer ha nacido perversa y engaña desde la cuna por una necesidad de su naturaleza. ¡Qué bien inspirado está el que se conserva a distancia del peligro femenino!

Y aunque así no fuera: ¿De qué valían las glorias y loores del mundo, de este «nido de hormigas», como lo apellidaba el inspirado religioso? ¿No era, acaso, todo ello castillo de cañas para el fuego de la muerte? ¿Qué más valía el paso de un hombre sobre la tierra?... Cualquier frágil baratija duraba más que su dueño.

Lo único que yo diré es que en lo científico, el imitar y el alcanzar se comprenden, porque en lo científico cabe y hay progreso; pero en lo puramente literario y artístico no se progresa nada. El progreso no trae escultor que valga más que Fidias, ni lírico mejor que Píndaro, ni trágico mejor que Sófocles, ni orador más elocuente que Demóstenes, ni poeta más inspirado y elegante que Virgilio.

Esta decepción de mi esperanza me fue sumamente dolorosa. Amparo era para una obligación contraída que ningún sacrificio me costaba, porque yo era muy rico. No me había inspirado amor, sino caridad. La caridad estaba satisfecha, y había desaparecido el encanto. Es cierto que yo sentía hacia ella un afecto profundo; que me interesaba su porvenir... pero su porvenir estaba asegurado.