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Actualizado: 2 de mayo de 2025


Por esto, porque recuerda grandes triunfos literarios y artísticos, y por otras mil razones, debe conservarse, cuidarse y tenerle abierto siempre que se pueda, con buena compañía. ¿Pero en la nación que se jacta, sin pecar de vanidosa, de poseer la más rica, original y sublime literatura dramática, sin que se le adelanten Grecia, Inglaterra y Francia, á pesar de Esquilo, Eurípides, Sófocles y Menandro, y á pesar de Shakespeare, Corneille, Racine y Molière, es bastante monumento nacional de esta gloria, es digno templo de nuestra Melpómene y de nuestra Talia el antiguo y modesto Corral de la Pacheca, por muy corregido, repintado y revocado que le pongamos?

Esquilo, Sófocles y Eurípides no tuvieron inconveniente en escribir sobre un mismo tema: sea ejemplo el Filoctetes. Pero nuestro amor propio vidrioso, el afán desaforado de originalidad que nos devora nos hace pensar que quedaríamos deshonrados aceptando el argumento hallado por cualquier otro escritor, aunque sepamos sacar de él mejor partido.

Sus gallos daban siempre el pecho; los demás seguían una cobarde táctica de combate, simulaban huir en torno al ruedo, y cuando más confiado iba el héroe en su persecución, se volvían inopinadamente y le daban traidoras estocadas. Sus gallos, como los personajes de Sófocles, sabían morir con belleza, y por lo tanto con gloria, que viene a ser lo mismo.

Cuando los ciclos legendarios de la Grecia habían sido ya desenvueltos de un modo maravilloso por el genio de Esquilo en trilogías dramáticas que parecían insuperables, Sófocles logró, sin embargo, aventajarle. No hubiera conseguido esto, si guiado por el amor propio tratase de superarle buscando mayores y más vivos efectos, esforzando las galas del lenguaje.

Lo único que yo diré es que en lo científico, el imitar y el alcanzar se comprenden, porque en lo científico cabe y hay progreso; pero en lo puramente literario y artístico no se progresa nada. El progreso no trae escultor que valga más que Fidias, ni lírico mejor que Píndaro, ni trágico mejor que Sófocles, ni orador más elocuente que Demóstenes, ni poeta más inspirado y elegante que Virgilio.

Decía Sófocles en los últimos años de su vida que si había logrado escribir algo bello en su vida, fué renunciando á la pompa de Esquilo y también á los refinamientos de arte á que se sentía demasiado inclinado. Estas palabras deben dar que pensar á cualquier artista, porque encierran la más profunda enseñanza.

Algo parecido a esto de Sócrates y Sófocles se lo dijo Apolonio a Belarmino, en el asilo y en coyuntura bastante dramática; lo cual me hace suponer que Escobar y Apolonio habían llegado a ser amigos, y que el zapatero estaba inspirado por las teorías del Estudiantón. Se observará que estas teorías son enteramente opuestas a las de don Amaranto.

Polus, actor griego, cuéntase que, representando Electra, de Sófocles, sacó a escena la urna con las cenizas de su propio hijo, porque el sentimiento de su dolor fuese sincero y comunicativo. De seguro don Guillén, al representar aquella tarde el drama del Calvario, había conducido en la urna recóndita del corazón las cenizas de su propia vida; cenizas ardientes aún.

Hugo contesta su introducción en el drama; Fadrique, al contrario, aduce ejemplos sacados de Plauto y Aristófanes, y opina que si faltan en las tragedias, no es motivo bastante para confundir el no uso con su inconveniencia, y que no toda innovación es vituperable por el solo hecho de no hallarse en Homero, Virgilio, Eurípides y Sófocles. Comienza mientras tanto la representación de la tragedia.

La tragedia de Ayax Telamon se distingue por sus notables bellezas, no obstante su plan descabellado; entretéjense en ella varias escenas imitadas de la de Sófocles, que lleva el mismo título, y algunas otras de Virgilio y de Ovidio; todo lo cual, prueba lo familiares que eran á nuestro poeta las obras de la antigüedad clásica.

Palabra del Dia

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