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Cuéntase allí, que un caballero dió palabra de casamiento á cierta dama sevillana y noble, poniendo por testigo á la Virgen de la Merced, cuya escultura existía en la iglesia del convento del mismo nombre.

Cuéntase un hecho que pinta muy bien la maravillosa asistencia que prestaba la divinidad al poder eclesiástico en aquella época en que la autoridad espiritual era la primera necesidad de las sociedades: y no queremos pasarlo en silencio.

No eran en efecto todos los muzlimes que habian quedado en la villa útiles como artífices, cual podian serlo los albañiles, carpinteros y aserradores; pero, ¿cómo no disculpar en cierto modo pasiones por otra parte fecundas en gloriosas hazañas, en una época en que el celo religioso era tan activo, y en que aun vivia el recuerdo de los dias de llanto y luto, durante los cuales el mas altivo burlador de la humanidad y del cristianismo habia dado por cimiento al ensanche de la Aljama argamasa remojada con lágrimas, sudor y sangre, de cautivos gallegos y leoneses ? Cuéntase que el mismo S. Fernando, recien purificada la mezquita, hizo restituir á la catedral de Santiago, en hombros de infieles, las campanas que Almanzor habia hecho llevar á Córdoba en hombros de cristianos.

Lo que las musas lloraron este enlace, no es para contado; porque viéndose en la holgura, trocó el escritor los poco nutritivos laureles por la prosáica hartura de su nueva vida; y cuéntase que colgó su pluma de una espetera, como Cide Hamete, para que de ningún ramplón novelista fuera en lo sucesivo tocada.

El hombre herido no debe fiarse de aquellos roedores. Cuéntase que en una isla desierta se comieron á varios de los marineros que llevaba Drake, los cuales se vieron asaltados, vencidos por sus bullidoras legiones. Ningún ser viviente puede vencerlos con armas iguales.

Y cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno; porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta, porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado.

Cuéntase que habiéndose negado su padre a darle una suma de dinero que le pedía, acechó el momento en que padre y madre durmieran la siesta, para poner aldaba a la pieza donde estaban, y prender fuego el techo de paja con que están cubiertas por lo general las habitaciones de los Llanos .

Entre las demás concausas que excitan nuestro interés, cuéntase la de que un hermano de Rosela, ofendido antes por Marcelo, desea vengarse; de que Belisa, su anterior amada, se esfuerza en traerlo de nuevo á sus redes; por último, la de que un cierto Fineo, que ama á Rosela, salva la vida al supuesto jardinero, promoviendo en su pecho una terrible lucha entre su amor y su gratitud.

Cuéntase especialmente, entre ellas, La Confusa, que el autor celebra en varios pasajes, calificándola de una de las mejores comedias de capa y espada. Quizá lleguen á descubrirse estas comedias por una feliz casualidad, y se llene laguna tan sensible en la historia de la literatura dramática española.

Cuéntase que, continuando las matanzas en la campaña sobre infelices campesinos, sobre el que acertaba a pasar por Atiles, campamento general, uno de los Villafañes le dijo con el acento de la compasión, del temor y la súplica: «¿Hasta cuándo, mi general?» «No sea usted bárbaro contestó Quiroga ; ¿cómo me rehago sin estoHe aquí su sistema todo entero: el terror sobre el ciudadano para que abandone su fortuna; el terror sobre el gaucho para que con su brazo sostenga una causa que ya no es la suya; el terror suple a la falta de actividad y trabajo para administrar, suple al entusiasmo, suple a la estrategia, suple a todo.