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27 El señor, movido a misericordia de aquel siervo, le soltó y le perdonó la deuda. 30 Mas él no quiso; sino fue, y le echó en la cárcel hasta que pagase la deuda. 31 Y viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, declararon a su señor todo lo que había pasado. 32 Entonces llamándole su señor, le dice: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste:

La última vez que estuve en Villabermeja ya habían salido á luz Las Ilusiones del Doctor Faustino. D. Juan Fresco me mostró en un principio algún enojo de que yo hubiese sacado á relucir su vida y las de varios parientes suyos en un libro de entretenimiento; pero al cabo, conociendo que yo no lo había hecho á mal hacer, me perdonó la falta de sigilo.

Pues ya Que por mi amistad te venzo, Y sabes que te vencí En tu casa por modesto, Y por Rey en mi palacio, Y en estos tres vencimientos Me has admirado piadoso Y valiente y justiciero, Vete, pues te dejo libre, De Castilla y de mis reinos; Porque si en ellos te prenden Has de morir sin remedio: Porque si aquí te perdono, Allá, como Rey, no puedo; Que aquí obra mi bizarría Y allí ha de obrar mi Consejo.

¡Oh, no, eso no! él que es un animal, un salvaje.... , es un salvaje... pero por lo mismo debí tratarle de otro modo. Lo que yo no perdono es el disgusto.... Deje usted, deje usted; hablaremos de ese bribón... otro día. Hoy no puedo... hoy... me sería imposible prometer a usted suavizar los rigores de la ley que está terminante. , ya ... pero, como nunca se aplica....

Entró ella en la alcoba. Botín se paseaba con lento andar en el gabinete. «Vamos, vamos, no seas terca. No te perdono; pero te doy respiro hasta mañana. Además...». La miró atentamente, mientras ella revolvía en la cómoda. La miró embelesado, ¿a qué negarlo?, y algo confuso le dijo: «Y mañana podrás llevarte todos tus vestidos». Isidora no le contestó, ni le miró siquiera.

¿No será mejor que procures desembarazarte de ellos? Huerta está en el Ministerio. Mira a ver si le mandas de gobernador a cualquier parte.... ¡Pues es verdad! Ahora mismo voy a hablar a Arbós.... ¡Pero lo que es a mi señor yerno no le perdono!... Esta noche me las ha de pagar, o no me llamo Pepa.

Apenas hay rareza que yo no les perdone; hasta perdono á algunas de nuestras damas elegantes que, según observa el Sr. Taylor, aunque no sepan hablar inglés, pronuncien con acento inglés el castellano, apretando mucho los dientes, desde que pasaron una semana en Londres.

No, chico; si yo lo que quiero es que reviente... Iré a presidio... me pierdo. ¿Y qué? No se la perdono... ¡Ultrajar a los hombres de ciencia y a los solteros!

Como hombre que sabía extraer delicadamente de este mundo amargo su jugo azucarado, halló nuevo aliciente de placer en la contradicción del sillero y en el misterio que se veía obligado a desplegar. Pero Concha no se avenía tan de buen grado. Disipada la embriaguez de su padre, no le perdonó aquel acto de energía.

Maltrana no perdonó uno; quiso saborearlos todos, en medio de aquella gloria de colores que envolvía su amoroso grupo.