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Porque polvo eres, y al polvo serás tornado. 20 Y llamó el hombre el nombre de su mujer, Eva; por cuanto ella era madre de todos lo vivientes. 21 Y el SE

En vano llamó una vez y otra vez que le trajesen como todos los días: Ancha bandeja con tazón chinesco, Rebosando de hirviente chocolate.

10 Y Zilpa, sierva de Lea, dio a luz un hijo a Jacob. Y llamó su nombre Gad. 12 Y Zilpa, la sierva de Lea, dio a luz otro hijo a Jacob. 13 Y dijo Lea: Para hacerme bienaventurada; porque las mujeres me dirán bienaventurada; y llamó su nombre Aser.

Un ser, sustancia ó accidente, puede ser representativo de otro, distinto de él y que no es su efecto; á este llamo representacion de idealidad.

El semblante de la señora no revelaba tan sólo recelo, sino profunda pena, y cuando llamó a su sobrino para encerrarse con él en el gabinete, este sintió desvanecerse su valor. Quitose la señora el manto y lo puso sobre la cómoda bien doblado.

Dos hilos de lágrimas que iban a perderse en sus blancas patillas brotaban de los ojos de Diógenes; con una leve señal llamó a la marquesa, y díjole al oído con sencilla expresión de gozo inefable: Dice el padre Mateu... que Dios me ha perdonado...

La risa y el buen humor con que doña Beatriz decía todo esto desconcertaron un poco a Inesita. No sabía si echarlo también a broma o replicar seriamente. Resolvióse al fin por lo segundo, y dijo: Hermana, sean naturales o sobrenaturales las circunstancias, persisto en creer más seguro que cualquier artificio y estudio esto que yo llamo mi impulso natural.

«Partió el general de estas islas, que llamó de las Velas latinas ó el archipiélago de San Lázaro, que es el que conservan, aunque se les añadió el de las Marianas: navegó 300 leguas con las proas al Occidente; descubrió muchas islas abundantes en mantenimientos, entendía su lengua un indio que llevaba Magallanes, que fué un total alivio: lo primero fué el cabo de San Agustín, punta austral de la gran isla de Mindanao: costeó la provincia de Caraga; entró por el estrecho de Siargao, que le forma la punta Banajao con la isla de Leyte; reparó en la isla de Limasaua, que está en la boca: á la novedad de gente y navíos acudieron pacíficos los naturales, y sabida su necesidad la socorrieron con un buen refresco; mostráronseles muy favorables, y les dejaron papeles en gratificación de sus agasajos; con ellos adquirieron cédulas reales que honran á su principal con el magnífico título de Príncipe... Con el buen rendimiento de los de Limasaua, descansaron y se refocilaron de sus pasadas miserias: tuvo noticia aquí Magallanes del río de Butuan, cuyo Datto ó Régulo era más poderoso: resolvió ir á su boca con las esperanzas de la fama: correspondió á ellas el Príncipe: envió una embajada con diez hombres á inquirir ¿qué navíos y qué gente?

Que vayan a buchcarle; pero no, que voy a buchcarle yo michmo. Corrió a pie hasta la casa de su protegido, subió a saltos hasta el quinto piso, llamó sin lograr despertarle, y, enfurecido y colérico, no encontrando otro expediente, forzó a empujones la puerta de la habitación. ¡Cheñor L'Ambert! exclamó Romagné. ¡Tunante de auvernech! respondiole el notario. ¡Cheñor mío! ¡Chinvergüencha!

¡Quita, quita! ¡Gorrinazo! Y le pegó con la ballena un golpecito en los dedos. Volvió el gandulote a embestirla y ella a defenderse de la misma manera. Trató de agarrarla por la cintura. La doncella se levantó y corrió por la estancia, haciéndose la enojada. ¡No me toques, Manín! Mira que llamo a la señora. Pero él no hacía caso.