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La longitud del Cabo Blanco, segun la cuenta de la derrota, son 313 grados y 30 minutos. Observóse en todo lo que se navegó de esta costa, que el escandal se lava, y no saca señal de fondo, sino es de mucho peso.

Si hubieramos de estar á aquel punto, á aquella estacion, á aquel estado en que encontró y navegó el rio Villarino, es menester confesar su inutilidad: pero si todo ello varía con la diferencia de tiempos, y con mas repetidas pruebas que dén una verdadera luz de los canales, arrecifes, saltos y corrientes del rio, demostrando el modo de vencerlas con otros auxilios, parece en algun modo extraño que con tanta viveza, sin esperar á distinto conocimiento práctico, se condene y falle por inútil un asunto que tanto interesa á nuestra felicidad.

El tío Tremontorio, sin levantar los ojos de su labor, le despide canturriando con su áspera voz esta copleja: «Por goloso y atrevido Muere el pez en el anzuelo Porque yo no soy goloso, En paz y libre navego

Yo no adónde me guía, y así, navego confuso, el alma a mirarla atenta, cuidadosa y con descuido. Recatos impertinentes, honestidad contra el uso, son nubes que me la encubren cuando más verla procuro. ¡Oh clara y luciente estrella, en cuya lumbre me apuro!; al punto que te me encubras, será de mi muerte el punto.

Pero sin que le importase mucho reconocerlos o no, Fray Blas de Villabermeja se dejó querer y agasajar y dio gracias al cielo que de su abominable destierro le libertaba. Después de tan raro encuentro, la historia de la navegación de la nueva Argo nada notable ofrece ni refiere durante más de cuarenta días. Sólo se sabe que Morsamor fue tan venturoso, que navegó con velocidad increíble.

Dejó Roger á su mujer María en Constantinopla, y navegó con sus cuatro galeras la vuelta del cabo el primer dia de Marzo del año mil trescientos tres. Luego que llegó se pasaron las cuentas con los huéspedes, tomose muestra general, y se halló que los soldados en poco más de cuatro meses, que fué el tiempo que invernaron, habian gastado las pagas de ocho, y algunos de un año.

No si navegó un poco; pero si navegó, no le tomó gusto al oficio. Yo solía decir de él, cuando andaba vagabundeando por el pueblo, que era un lord Byron de taberna.

Navegó en barcos sucios, viejos y alegres, donde los tripulantes soltaban todas las velas al temporal y luego de embriagarse se dormían confiados en el diablo, amigo de los bravos, que los despertaría á la mañana siguiente. Vivió en buques blancos, silenciosos y limpios como una casa holandesa, cuyos capitanes llevaban con ellos á la esposa y los hijos.

Estamos en los sombríos reinos del gas... Pues volvamos arriba por esta otra escalera que se nos viene a la mano... ¿Qué es esto? ¿Nos hallamos otra vez en el ala de Oriente? , porque mirando al patio por esta ventana, la cúpula está a nuestra derecha... Crea usted que ese bosque de chimeneas me causa mareo. Paréceme que navego y que toda esta mole da tumbos como un barco.

Navegó en alta mar durante cinco días y cuatro noches, sin soltar un instante el remo que le servía de gobernalle, sin poder moverse en aquella embarcación que al más leve movimiento desordenado podía zozobrar. Así llegaron a la isla Española, abordando al cabo Tiburón cuando hacía dos días que él y sus compañeros no comían ni bebían, por haberse perdido las provisiones con los golpes de mar.