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Actualizado: 10 de septiembre de 2024


Tanto fué, que las dos personas sentadas atrás se volvieron y, bien que sonriendo, examinaron atentamente al derrochador. ¿Quiénes son? preguntó Nébel en voz baja. El doctor Arrizabalaga; cierto que no lo conoces. La otra es la madre de tu chica... Es cuñada del doctor.

6 Porque el Señor me dijo así: Ve, pon centinela, que haga saber lo que viere. 7 Y vio un carro de un par de caballeros, un carro de asno, y un carro de camello. Luego miró mucho más atentamente. 8 Y gritó: León sobre atalaya. 9 Y he aquí este carro de hombres viene, un par de caballeros. Después habló, y dijo: Cayó; cayó Babilonia; y todos los ídolos de sus dioses quebrantó en tierra.

Examinaba atentamente el gobernador el papelillo, creyendo encontrar alguna clave oculta o algún santo y seña misterioso entre aquellos diversos caracteres de letras, rechondas y apretadas unas, largas y finitas otras, diminutas cual patitas de moscas entrelazadas que se prolongasen en forma de cadeneta, las últimas.

A me es igual que os vayáis o que os quedéis le respondió aquella franca señorita, a la vez que buscaba algo con precipitación en el bolsillo. Y vos, ¿deseáis que me vaya? dijo Godfrey, mirando a Nancy, que estaba de pie junto a Priscila. Como gustéis dijo Nancy, tratando de recobrar toda su frialdad, bajando atentamente la vista hacia el ruedo de su falda.

4 En Dios alabaré su palabra; en Dios he confiado, no temeré lo que la carne me hiciere. 6 Se reúnen, se esconden, miran ellos atentamente mis pisadas, esperando mi alma. 7 ¿Escaparán ellos por la iniquidad? Oh Dios, derriba los pueblos con tu furor. 8 Mis huidas has contado ; pon mis lágrimas en tu odre, ciertamente en tu libro.

Hasta media noche estuve estudiando atentamente, no sin protestar de cuando en cuando contra los habitantes de Bukharia, que se rebozan con nombres tan extravagantes. Sin embargo, conseguí recordar algunos detalles del país y varias palabras extrañas, cuya significación ignoraba por completo. Me acosté restregándome las manos.

Pero apenas se hubo descubierto, la sangre inundó su rostro y cayó desvanecido. Pronto volverá en , dijo el noble después de examinarlo atentamente. He perdido hoy un valiente escudero y mal puedo perder otro. ¿Cuántas bajas hemos tenido, Simón? Nueve arqueros, siete marinos, once hombres de armas y vuestro escudero el joven señor de Roda. ¿Y el enemigo? Sólo queda con vida el jefe normando.

Os engañáis, barón, dijo Fenton, que miraba atentamente al cautivo. Dos veces he visto al de Trastamara y este hombre en nada se le parece. Pues entonces ¡por el cielo! juro volver ahora mismo al campo y traerme al rey, vivo ó muerto. Sería una temeridad inútil, barón.

Todos nuestros amigos estaban allí: los Marqueses de Oreve, Lacante, Kisseler, hasta el doctor Muret, que había hecho hueco entre dos consultas para darme esa prueba de amistad. Antes de hablar los había visto a todos, menos a Elena, y ya la acusaba por su indiferencia cuando la vi detrás de su padre, desde donde me miraba atentamente, creyendo, sin duda, no ser vista.

Y púsose con gran cariño a explicarle el modo de hacer examen de conciencia, escuchándola Diógenes atentamente, mirando a veces el crucifijo. Cuando la marquesa cesó de hablar, díjola él con sencillez de niño: Se me va a escapar algo... Lo mejor será que te lo diga a ti todo..., y se lo dices luego al padre..., y entre los dos ven si falta algo...

Palabra del Dia

jediael

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