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Con esto alborotáronse los inquisidores; i asi dispusieron los de Toledo, con acuerdo i consentimiento del cardenal don Gaspar de Quiroga, que fuese reconocida i calificada; i así en efecto se practicó, atropellando por los respetos debidos á los muchos sabios i altos personajes que tuvieron parte en la publicacion de esta Biblia, i sin parar la atencion en las consultas que precedieron, i en las providencias que se tomaron para mas acertar en la empresa .

Debe usted darse prisa a averiguarlo: esto urge mucho a la felicidad de España y a las luces... Si usted llega a morirse, nos quedamos a buenas noches en punto a asonantes... y... , y tengo aquí una porción de cosillas que me traen a leer; no puedo dar salida a los que... ¡Me abruman a consultas!... ¡Oh! estos muchachos del día salen todos tan... ¡Oh! ¿Usted habrá leído mis poesías?

El anciano indígena era el único, antes de la llegada del cura, que dirimía las controversias sobre tierras, a quien se llevaban las quejas de las familias, de consultas sobre matrimonios y sobre asuntos de conciencia, y jamás un vecino tuvo que lamentarse de su decisión, siempre basada en un riguroso principio de justicia.

Contestar peticiones y consultas, ahogar las quejas y entretener las locas pretensiones que llegaban del distrito, el clamoreo sin fin del rebaño electoral, que no tropezaba con el más leve obstáculo sin acudir inmediatamente al diputado como el devoto apela al milagroso patrón.

Vamos pensó, la novela ha concluido y comienza el idilio. Aproximábase el fin de la señora de Raynal, y esta vez nada podía ya retardarle. Después de unas cuantas semanas de respiro y de esperanza, último resplandor de la lámpara próxima a extinguirse, la enfermedad, contenida un instante, llegaba ahora a marchas dobles. Consultas, remedios, cuidados y oraciones, todo fue inútil.

Tratando de dar cumplimiento a una real orden sobre desamortización de bienes eclesiásticos, tropezó Avilés con serias resistencias, que el prudente virrey calmó dando largas al asunto y enviando consultas y memoriales a la corona. No fué ésta la primera vez en que el virrey apeló al expediente de dar tiempo al tiempo para libertarse de compromisos.

Si el patrón de la lancha de que son socios mis vecinos, les debe algo, desde sus balcones lo dicen, y en los mismos discuten el medio de cobrarlo. Por el balcón recibe Tremontorio las consultas que se le hacen sobre el tiempo; por el balcón las contesta, y el balcón es su observatorio.

Todos nuestros amigos estaban allí: los Marqueses de Oreve, Lacante, Kisseler, hasta el doctor Muret, que había hecho hueco entre dos consultas para darme esa prueba de amistad. Antes de hablar los había visto a todos, menos a Elena, y ya la acusaba por su indiferencia cuando la vi detrás de su padre, desde donde me miraba atentamente, creyendo, sin duda, no ser vista.

Y cuando uno pregunta, después de largas consultas y dudas, acaban por decir con tranquilidad: «Ciento cincuenta mil francos» ó «doscientos mil». A la protesta y el asombro responden, señalando las montañas, el sol, el mar: «¿Y la vista, señor?...» La tierra roja de Los Alpes representaba poco por su fuerza productora; era la situación lo que constituía su valor.

Y el último percance que en sus consultas matrimoniales le esperaba, fue con una hermana suya viejísima, en sus mocedades planchadora y hoy pensionada y socorrida de su hermano. La infeliz, que arrastrado, había con su difunto vida de perros, exclamó en cascajosa voz, alzando las secas manos y meneando la cabeza temblona: ¿Miranda? ¿Miranda?