United States or Greenland ? Vote for the TOP Country of the Week !


Todo lo que habéis visto esta noche ha sido fingido; que no soy yo mujer que por semejantes camellos había de dejar que me doliese un negro de la uña, cuanto más morirme. -Eso creo yo muy bien -dijo Sancho-, que esto del morirse los enamorados es cosa de risa: bien lo pueden ellos decir, pero hacer, créalo Judas.

No se alarme mucho, Greenwood rió el amable y buen doctor; ya he conseguido dar vuelta a la peligrosa curva, y todavía no le ha llegado el tiempo de morirse.

Ya veis que eso casi es morirse así que uno nace: es nuestra exîstencia un punto, nuestra vida un momento, nuestro globo un átomo; y apénas empieza uno á instruirse algo, quando le arrebata la muerte, ántes de adquirir experiencia.

Luego, adivinando lo que el nieto parecía decirle con la mirada, continuó entre gimoteos: Los tesoros de la reina de España quisiera tener yo, para dártelos. Pero soy pobre, más pobre que las ratas. El tío Polo se ha metido en la mollera que tengo mi gato oculto, y apenas ahorro dos pesetas, me las saca, y cuando no las tengo, me pega. Si una no estuviese hecha a todo, sería caso de morirse.

Este es Juan de quien tanto os he hablado, a quien acabo de encontrar en la calle a punto de morirse helado entre la nieve... ¡Vamos, vestíos pronto! La noble familia de Santiago vino inmediatamente a abrazar al pobre ciego. La voz de la esposa era dulce y armoniosa: Juan creía escuchar la de la Virgen: notó que lloraba cuando su marido relató de qué modo le había encontrado.

Comía lo preciso para no morirse de hambre en alguna taberna de los barrios bajos, y dormía por cuatro cuartos entre mendigos y malhechores en un desván destinado a este fin. En cierta ocasión le robaron, mientras dormía, los pantalones, y le dejaron otros de dril remendados. Era en el mes de Noviembre.

El tío Frasquito dio un chillido y echó a correr, llamando a voces a Jacobo y a Gorito; acudieron todos los de la fonda y llegó también Jacobo, mirando el reloj con gesto de grande enfado. ¡Hasta para morirse es importuno! dijo al verse frente a Diógenes. Llevábanle ya dos robustos mocetones, hijos del dueño de la fonda, y pusiéronle en la cama de un cuarto del primer piso.

Tenía una cantidad fija destinada a los pobres y les llevaba la cuenta en sus libros como si fuesen acreedores. Una vez agotada la cantidad mensual, creemos que si viese morirse de hambre en la calle a un desgraciado, no le socorrería con una peseta, no por falta de sensibilidad, sino por las profundas raíces que tenían en su corazón los números.

En cierta ocasión me decía la señora, con una sencillez más que trágica: Se nos han muerto tres hijos: Luisín, porque el médico, a quien debíamos algún dinero, no quiso venir. ¡Julito y Nita, de hambre! ¡De hambre, ! ¿No os parece una horrible ironía que puedan morirse así dos criaturas al borde de una gran ciudad cristiana?

Clementina sintió una vibración en el alma que a un psicólogo le costaría mucho trabajo definir. Fué una mezcla de dolor, de asombro, y acaso también, de un poquito de alegría. El dolor predominó, no obstante, y abrazó a su madrastra y la besó cariñosamente repetidas veces. ¿Qué está usted diciendo ahí?... ¡Morirse! No: yo no quiero que usted se muera. Usted me hace mucha más falta que su dinero.