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Actualizado: 25 de mayo de 2025
De los puertos de esta costa... Dios sabe de cuál de ellos... Porque ¡cuidado que es línea larga, eh?... Vete pasando la vista sobre ella de extremo a extremo... Lo menos cuarenta leguas. ¡Jezú! Y no rebajo una pulgada, señora rondeña... Y a propósito, ¿para cuándo deja usted el morirse? ¿Por qué no se ha muerto ya? ¿De qué, zeñó? De asombro.
Y después mirando a Pablo con severidad le dijo: Retírese usted. Morir... morirse así sin causa alguna.... Esto no puede ser exclamó Florentina con angustia, poniendo la mano sobre la frente de la Nela . ¡María!... ¡Marianela!
Me parece que respiro con más libertad y me comparo con aquel pobre pajarillo que usted puso con un rosal en el interior de la campana neumática. ¿Recuerda usted? Cuando se le retiraba el rosal parecía pronto a morirse, y cuando se le devolvía parecía también que se le restituía la vida.
Los ojos espantados, con cierto extravío, de la parturiente, no expresaban ternura de ningún género; de fijo ella no pensaba en el hijo; pensaba en que sufría nada más, y en que se podía morir, y en que era una atrocidad morirse ella y quedar acá los demás. Padecía y estaba furiosa; tomaba el lance, en la suprema hora, como un condenado a muerte, inocente, pero no resignado y apegado a la vida.
Currita, desfallecida y sin alientos, se agarraba ya a la verja de la iglesia de San José; pensó volver atrás, pensó seguir corriendo, pensó gritar pidiendo socorro, pensó morirse allí mismo... Oyó entonces los pitos de los serenos, sintió abrirse algunas ventanas, vio correr por la acera de enfrente un hombre encapuchado, con el chuzo en ristre y el farol en lo alto.
Corriente le dije yo, no sabiendo cómo armonizar mis escrúpulos con sus impaciencias ; pero después de declarar, para la debida inteligencia, que yo tomo el caso en el punto mismo en que usted le puso y le dejó esta mañana. Declarado y entendido... ¡Adelante ahora! Me dijo usted entonces, metido en la injustificada aprensión de que iba a morirse pronto... y Dios no lo confirme.
Nuestra huida rectificó ella. Nuestra huida, perfectamente. Pero los hilos de nuestras vidas se acaban, se acaban si los seguimos devanando... ¡Y para qué morir tan jóvenes!... Además, antes de morir, yo quiero conocer a Tucker. Tú lo sabes. ¿Estás loco? prorrumpió Nanela. ¿Quién habla de morirse?
Está convenido que Petra no se casa con menos de un millón. No se puede vivir con menos de seis u ocho mil pesos al año dice a cada momento el Barón de Brenay. Es lo justo para no morirse de hambre añade la Baronesa.
Y no se sonría usted, no hablo de mí que tengo mi pension aunque poca, muy poca para los servicios que prestó mi marido, pero hablo de otras que arrastran una existencia infeliz: no es justo que despues de tanta instancia para venir y despues de atravesar el mar, concluyan aquí por morirse de hambre... Lo que usted dice de los soldados será cierto, pero es el caso que cuento con más de tres años de país y no he visto á ninguno cojeando.
Sí, deseaba morirse y le parecía escuchar las esclamaciones de la gente que presenciará sus responsos: ¡Esto, sí, que es entierro! ¡esto, sí, que es saber morir, doña Patrocinio! JUL
Palabra del Dia
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