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Como nadie la consolaba al dormirse llorando, acababa por buscar consuelo en misma, contándose cuentos llenos de luz y de caricias. Era el caso que ella tenía una mamá que le daba todo lo que quería, que la apretaba contra su pecho y que la dormía cantando cerca de su oído: Sábado, sábado, morena, cayó el pajarillo en trena con grillos y con cadenaaa....

Cuando éste le dirigía la palabra, Clara se estremecía como si la sacasen de un sueño, como si cortasen el vuelo remontado de su espíritu y le hiciesen caer de pronto del cielo á la tierra, á modo de pajarillo herido por el plomo allá en lo sumo del aire.

Pues no digamos nada, porque sería cuento de nunca acabar, de la mutua admiración que nacía en ambas almas al considerar el talento o la habilidad del objeto de su amor. Cada pedrada que tiraba Mutileder mataba un pajarillo y partía el corazón de Echeloría, a fuerza de entusiasmo.

Abrió la boquita... dos muecas, con los ojos entelados, y dobló el cuello.... Lo mismo que un pajarillo... lo mismo. Y lloraba, repitiendo tenazmente la semejanza entre su hijo y los pájaros que caían en invierno muertos de frío. El campanero miraba sombríamente a Gabriel. que lo sabes todo: ¿verdad que ha muerto de hambre?

Encontrábase en la calle, por ejemplo, con Trifón Cármenes, el poeta de más alientos de Vetusta, el eterno vencedor en las justas incruentas, de la gaya ciencia; le llamaba con un dedo, acercaba su corva nariz a la ancha oreja del vate y decíale: He visto aquello.... No está mal; pero no hay que olvidar lo de versate manu. ¡Los clásicos, Trifoncillo, los clásicos sobre todo! ¿Dónde hay sencillez como aquella: Yo he visto un pajarillo posarse en un tomillo?

Y el pobre cura, que a la vez lloraba y reía, mirábame con enternecimiento, me pasaba la mano por la frente y me hablaba como a un pajarillo herido, cuyas quebradas alas hubiera querido curar con caricias y frases cariñosas. Vamos, Reina, vamos hijita querida, cálmate un poquito, cálmate me dijo separándome con dulzura. Tenéis razón respondíle, relegando el pañuelo al fondo de mi bolsillo.

Durante toda la noche la oyó Juan Claudio ir de un lado para otro en su cuartito, hablando a solas como si se felicitara a misma, pronunciando el nombre de Gaspar y abriendo cajones y cajas para buscar, sin duda, algunos recuerdos que le hablasen de amor. Así el pajarillo, sorprendido por la tormenta, tiritando aún, comienza a cantar y a saltar de rama en rama, al salir al primer rayo de sol.

La enferma estaba ya en el lecho, y la anciana y la joven trabajaban hasta media noche. ¿Qué te pasa? solía decirme tía Pepa. ¿Qué tienes que así estás como pajarillo en muda? Nada tía. Este libro que me tiene interesado y lleno de curiosidad. Angelina conversaba de cosas indiferentes, pero a cada instante clavaba en una mirada llena de ternura.

Ana siguió el vuelo de la lavandera con la mirada mientras pudo. «Estos animalitos, pensó, sienten, quieren y hasta hacen sus reflexiones.... Ese pajarillo ha tenido una idea de repente; se ha cansado de esta sombra y se ha ido a buscar luz, calor, espacio. ¡Feliz él!

Pues yo continuaría desarrollando la acción del modo siguiente prosiguió ella. Veamos: el joven tomó el pajarillo con sus delicados dedos y dándole algunas miguitas de pan, le alimentó varios días, consiguiendo domesticarle á fuerza de paciencia. Verá usted qué raro: le tenía suelto en el cuarto sin que intentara evadirse. Un día le ató un hilito en la pata y le echó á volar; el pájaro fué á posarse al balcón en donde estaba la dama, que le acarició mucho y le obsequió con migajitas de bizcocho mojadas en leche. Volvió después á la buhardilla; el joven le puso un billete atado al cuello, y el ave se lo llevó á la dama. Así se estableció una rápida, apasionada y volátil correspondencia, que duró tres meses. Aquí copiaría yo la correspondencia, que ocuparía medio libro, de lo más delicado y elegante.