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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Estaba a veces adormilado en los bancos del pasillo o en el sofá de la sala, y cuando oía que, bajo los chillidos agudos de Narcisa o bajo las sinrazones de su madre, temblaba como un pajarillo la fresca voz de Carmencita, corría hacia ellas, recatándose detrás de las puertas o a la sombra de las paredes para no perder ni un detalle de la escena dolorosa.
Liette besa lentamente los hermosos ojos, tan confiados, tan dulces, tan poco hechos para las lágrimas; envuelve en una caricia maternal a la joven acurrucada en su seno como un tímido pajarillo y su mirada, severa por primera vez, se fija en el conde, mudo y cortado ante aquel gracioso espectáculo. ¡Amela usted mucho al menos! dice con un acento cuya amargura él solo comprende.
Cuando tales ideas en tropel se le venían a la mente, un pajarillo descendía de un árbol, y oíase el batir de sus alas en el aire. Andaba algún tiempo a brincos por las calles de arena rebotando en las hojas secas; al acercársele Lucía daba de pronto un voleteo yendo a posarse en la cima más alta de las acacias rumorosas. Solía la voz de la anémica romper el encanto.
Me entusiasma la idea repliqué, apuntando con lápiz lo que ella con el mágico pincel de su fantasía dibujara. Ese es el camino que usted debe seguir añadió, dando á Cantarranas un alfiler para que afirmase el cuello. ¡Oh! el recurso del pajarillo es encantador. El pajarillo dijo Cantarranas debe ser el intermediario entre la dama blanca y el joven meridional.
Entonces, señor cura, suplico a usted dos letras para la abuela... Sería capaz de no creernos... Esperen ustedes dijo el cura lleno de condescendencia. Cogió una tarjeta y escribió debajo: «¿Por qué impedir el vuelo de un pajarillo? Hay más grandeza verdadera en lanzarse por encima de lo convencional que en permanecer obstinadamente atado a lo vulgar... »Todos mis respetos.»
Mirad las hojas secas corriendo por el suelo. Entre gemidos, por el valle las arrastra el viento. La golondrina roza sus alas por el quieto pantano. El niño de la cabaña, va cogiendo leña entre los brezos. Ya no susurran las olas, que su encanto dieron al bosque. Enmudeció el pajarillo entre las ramas secas. ¡Junto a la aurora, el ocaso! El sol, que apenas despunta, brilla pálido un momento al concluir su carrera. El carnero por las zarzas va dejando su hermoso vellón de lana que servirá de nido al jilguero. La flauta pastoril ha enmudecido; desapareció su eco; cesó también el encanto de amor y de ventura. La hoz cruel ya despojó la tierra de aquel verdor que le prestara vida... Así acaban los años, así van feneciendo los días de nuestra vida.
Ojos negros, luminosos, húmedos; nariz delgada, fina, correctísima; boca agraciada; mejillas en las cuales se dibujaban apenas lindos hoyuelos, que más acentuados, al reir la joven, serían encantadores. ¡Buen cantante! díjele, mirando al pajarillo. Le molestaría un poco. Desde muy temprano se suelta cantando. A veces, agregó, haciendo un mohín risueño, ¡está insufrible!
Ese pajarillo no tiene alma y vuela con alas de pluma, yo tengo espíritu y volaré con las alas invisibles del corazón, cruzando el ambiente puro, radiante de la virtud». Se estremeció de frío. Volvió a la realidad. Todo quedó en la sombra.
No responde un pajarillo, no es un artista, porque lleva pantalón de plata; pero puede ser un príncipe. Puede ser un príncipe repite otro pajarito. Ni un artista, ni un príncipe interrumpe un viejo ruiseñor, que había cantado durante una primavera en los jardines de la subprefectura. Yo lo conozco: es... ¡un subprefecto!
Un pajarito que juguetea entre las matas viene á apoyarse en la enredadera, junto á la mano de la dama, y como al ver la yema del dedo gordo crea que es una cereza, la pica. La joven da un grito, y en el mismo momento el pajarillo se salva asustado, remonta el vuelo, y va á posarse en la buhardilla de enfrente. La dama alza la vista siguiendo al diminuto volátil, y ve... ¿á quién creeréis que ve?
Palabra del Dia
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