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Se enteraron de las noticias que había de D. Félix y su hija y las comentaron largamente, con la garrulería bien sabida de las comadres. Flora se despidió al cabo. Cuando se hubo apartado unos pasos Elisa la llamó. Florita. ¿Qué decías? ¿Ves esa hermosa tierra que tanto produce? manifestó con sonrisa maliciosa apuntando á la Vega sembrada de maíz que se extendía debajo del camino.

Ayudó Sancho, por su parte, a la soltura de Ginés de Pasamonte, que fue el primero que saltó en la campaña libre y desembarazado, y, arremetiendo al comisario caído, le quitó la espada y la escopeta, con la cual, apuntando al uno y señalando al otro, sin disparalla jamás, no quedó guarda en todo el campo, porque se fueron huyendo, así de la escopeta de Pasamonte como de las muchas pedradas que los ya sueltos galeotes les tiraban.

Sólo necesitaba mover ciertos resortes de su alma, que el médico conocía perfectamente. ¿Quería estremecerle con un súbito temor? Como si obedeciese á la varilla de un mágico prodigioso, surgían mil visiones de formas diferentes, que giraban en torno del infeliz eclesiástico con los dedos apuntando á su pecho.

Petra contenía la risa a duras penas. Se contentó con decir: ¡Qué estropicio! apuntando a los pedazos de loza, cristal, y otras materias incalificables que yacían sobre el piso. Si hubiera sido yo, me despedía don Víctor.... ¡Ay, señora! si ha roto usted tres de esos tiestos nuevos... ¡y el cuadro de las mariposas se ha hecho pedacitos! ¡y se ha roto una vitrina de herbario! y....

Y la tartana siguió adelante, hasta que de repente saltaron al camino quince o veinte guardias, una nube de tricornios con un viejo oficial al frente. Por las ventanillas entraron las bocas de los fusiles apuntando al roder, que permaneció inmóvil y sereno, mientras que mujeres y chiquillos se arrojaban chillando al fondo del carruaje. Bolsón, baja o te matamos dijo el teniente.

Luego, mirando á Canterac que le seguía apuntando, cruzó sus brazos, apoyó en el pecho la pistola inútil y presentó de frente todo su cuerpo, con loca jactancia, cual si desafiase á la muerte. Moreno se agarró á un hombro de Rojas, obligado por su ansiedad á buscar un apoyo. El estanciero apretaba los labios. ¡Pucha!... Lo va á matar dijo entre dientes.

Como el estanciero le seguía apuntando con el revólver y la expresión de su rostro no permitía duda sobre la posibilidad del cumplimiento de sus amenazas, el gaucho no osó echar mano á sus armas. Estaba seguro de recibir un balazo apenas intentase un movimiento agresivo. Después de mirarle con ojos rencorosos, se limitó á decir: Volveremos á encontrarnos, patrón, y hablaremos más despacito.

Había pasado junto á ella sin fijarse en su transformación, viéndola lo mismo que cuando acompañaba, con trote de gozquecillo, á la señorita Desnoyers en sus excursiones por el parque y los alrededores. Ahora era una mujer, con la delgadez del último crecimiento, apuntando las primeras gracias femeniles en su cuerpo de catorce años.

La acequia que le daba movimiento caía partida en tres, de ocho a diez pies de altura, por unas canales de madera toscamente labradas, negras por la humedad y apuntando a las aspas, que al girar levantaban remolinos de espuma y tapaban casi por entero las aberturas en medio punto por donde el agua penetraba. Dentro todo era tosco también como fuera.

Midió el arquero la distancia con mirada de águila y en seguida lanzó las tres flechas una tras otra, con increíble rapidez y apuntando á lo alto. Las flechas pasaron rozando las ramas más elevadas del árbol y dos de ellas fueron á clavarse en el tronco de que hemos hablado, describiendo una curva enorme y perfecta.