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Desde un principio lo indica con claridad su diario, apuntando á 8 de Agosto de 1492 «que hubo entre los pilotos de las tres carabelas opiniones diversas donde estaban, y la suya salió más verdadera», y repite en los sucesivos haberse propuesto llevar dos cuentas, poniendo en una menos leguas de las que andaba «por si el viaje fuese luengo, no se espantara ni desmayara la gente

Se gritaba en unos corrillos, se cuchicheaba en otros y se agitaban todos..., y bullía entre ellos el redactor de La Correspondencia con el lápiz en una mano y las cuartillas de papel en la otra, apuntando lo que se decía, lo que se pensaba y hasta lo que no se había soñado; y don Simón, tomando de cada grupo las frases necesarias, sólo sacaba en limpio que todo aquel hervidero humano era un puro cabildeo para tirar un día más en el poder los que mandaban, o para hacérsele soltar los que le querían.

Genara tenía mucho miedo a la muerte, señal de turbada conciencia; pero ella se esforzaba en aparecer serena y animábase con sus propias sonrisas, como el soldado cobarde con sus propias bravatas. Iba, venía, recogiendo ropas, llenando baúles, haciendo y deshaciendo paquetes, dictando órdenes; contando su dinero y apuntando encargos.

Carecemos de un catálogo de éstas y no he de enumerar ni las más conocidas en los presentes datos biográficos, apuntando de paso que algunas se han perdido y no faltan tampoco otras que se le han atribuído falsamente y sin gran fundamento.

Verá usted cómo se le abre apetito en seguida. Comerá usted todo cuanto quiera, y no le hará daño... Mire usted, yo puedo decirle que soy otra, y no hace más que ocho días que hemos venido... ¡Figúrese que ayer he comido hígado de cerdo y no me ha hecho daño!... Pues esta filleta añadió apuntando a la hermana de los ojos negros. ¡No quiero decirle el color que traía! Parecía talmente ceniza.

Como de costumbre, el espléndido inglés reclamó para las preeminencias de banquero, y tallando él con serenidad, apuntando nosotros con zozobra y emoción, le desvalijamos a toda prisa. Sobre todo Amaranta y yo tuvimos una suerte loca. Doña Flora, por el contrario, veía mermados con rapidez sus exiguos capitales y D. Diego se mantuvo en tabla con vaivenes de desgracia y fortuna.

De la posición del arma, la empuñadura hacia fuera, y el cañón apuntando al cadáver, deducían, los doctores que si la Condesa se había matado, debía haberse hecho el tiro estando parada: de ese modo el revólver, al caer al suelo, se había dado vuelta.

Sènto, por consejo del maestro, se tendió entre dos macizos de geranios a la sombra de la barraca. La pesada escopeta descansaba en la cerca de cañas apuntando fijamente a la boca del horno. No podía perderse el tiro. Serenidad y darle al gatillo a tiempo. ¡Adiós, muchacho! A él le gustaban mucho aquellas cosas; pero tenía nietos, y además estos asuntos los arregla mejor uno sólo.

El otro, como si no entendiese estas recomendaciones, se había limitado á poner horizontal la pistola, apuntando al pecho que tenía enfrente. ¡Mira que tiro! dijo al fin con tono de amenaza . Déjate de macanas, ó tiro. Se perdió entre los dos todo respeto. Se miraron como enemigos. ¡Tira, gringo del demonio, para que puedas convencerte!... ¡Cuando te digo que tengo un payé!...

¡Ábrala usted! exclamó Dechard. ¡Se abre hacia fuera! ¡Qué diantres, Bersonín gritó impaciente Dechard. ¿Tienes miedo a un hombre solo? Me sonreí al oírle y en el mismo instante se abrió la puerta violentamente. La luz de una linterna me mostró a los tres rufianes agrupados en el umbral y apuntando con sus revólvers. Lancé un grito y me precipité sobre ellos a la carrera.