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Se ha preconizado infundadamente este medicamento en una multitud de afecciones graves, no solo febriles, sino orgánicas, y hasta en el cáncer. ¿Seria menester, á propósito de un carcinoma, enumerar todos los agentes capaces de modificar ó disipar los síntomas puramente accesorios? Obrar de esta manera, seria estender el uso de la manzanilla, haciéndola salir de su esfera de accion.

Una cosa que no llevaban los hombres en la España-árabe era el thorax sericus ó paño de seda que cubria el pecho, que nuestras mozárabes cristianas tomaron de las mugeres árabes, y de que no se olvida el minucioso expositor Aly ben Mohammed, á quien sigue Marracio, al enumerar las prendas con que se debe revestir á los difuntos, hombres y mugeres. Véase nota 3, pág. 136.

¿Que no?... Pues vaya usted contando... Y comenzó a enumerar los componentes que suponía en el tío Frasquito la leyenda, acabando por poner en el catálogo la nalga de corcho.

El novelista, en cuanto hombre, ve las cosas estereoscópicamente, en profundidad; pero, en cuanto artista, está desprovisto de medios con que reproducir su visión. No puede pintar: únicamente puede describir, enumerar. La misión de ver con mayor profundidad, delicadeza y emoción y enseñar a los otros a ver de la propia suerte, le toca al pintor.

Conocido es también que los antiguos líricos italianos se han apropiado caudal inmenso de los provenzales, habiéndose tomado el Abate de Sade el trabajo de enumerar en un largo catálogo los pensamientos, escritos y giros, que el Petrarca ha copiado de los trovadores, ó, que sin darse cuenta de lo que hacía, se han deslizado en sus obras, como reminiscencias de aquéllos, y, sin embargo, sería una verdadera insensatez que algún crítico lo atribuyera á pobreza de inventiva de tan eminente poeta, y que lo anatematizara por repetir pensamientos ajenos. ¿Y cómo ha de ser posible que haya composiciones poéticas, que entusiasman á toda Europa hace ya cinco siglos, y que pudieran perder parte siquiera de nuestra admiración, sólo por el hecho de saberse que hay en ellas algo, tomado de otras fuentes?

Abrió D.ª Gregoria la puerta, y penetraron en ordenada falange como una docena de personas de uno y otro sexo, y de diferentes edades y fachas, las cuales personas eran los vecinos más adictos al Gran Capitán, y además entusiastas creyentes de sus noticias, por lo cual acudían todas las mañanas cuando aquél regresaba de la oficina, con el anhelo de saciar en la fuente más pura y cristalina la ardorosa curiosidad que entonces devoraba a los habitantes de Madrid. ¿Debo detenerme en enumerar a tan dignas personas? ¿Para qué, si el lector no necesita conocer al lañador, ni al talabartero, ni tampoco a D. Roque, el arruinado comerciante, ni al Sr. de Cuervatón, ni menos a las niñas de la bordadora en fino?

Si en los primeros días de la revolución sucedía esto, ¿cuál no debiera ser el acrecentamiento de luces, riqueza y población que hoy día debería notarse, si un espantoso retroceso a la barbarie no hubiese impelido a aquel pobre pueblo continuar su desenvolvimiento? ¿Cuál es la ciudad chilena, por insignificante que sea, que no pueda enumerar los progresos que ha hecho en diez años, en ilustración, aumento de riqueza y ornato, sin excluir aún de este número las que han sido destruídas por los terremotos?

Enumerar los rizos, moñas, lazos, trapos, adobos, bermellones, aguas y demás extraños cuerpos que concurrían a la grande obra de su monumental restauración, fatigaría la más diestra fantasía: quédese esto, pues, para las plumas de los novelistas, si es que la historia, buscadora de las grandes cosas, no se apropia tan hermoso asunto.

Carecemos de un catálogo de éstas y no he de enumerar ni las más conocidas en los presentes datos biográficos, apuntando de paso que algunas se han perdido y no faltan tampoco otras que se le han atribuído falsamente y sin gran fundamento.

Narró los más insignificantes pormenores de su vida con Soledad desde hacía algún tiempo, complaciéndose en enumerar los desaires que de ella recibía y en pintar los humillantes testimonios de idolatría que él la prodigaba sin lograr suavizarla. Cuanto más amoroso y humilde se mostraba, más se embravecía ella y peor le trataba. Comenzó riendo y terminó llorando como una criatura.