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Se enteraron de las noticias que había de D. Félix y su hija y las comentaron largamente, con la garrulería bien sabida de las comadres. Flora se despidió al cabo. Cuando se hubo apartado unos pasos Elisa la llamó. Florita. ¿Qué decías? ¿Ves esa hermosa tierra que tanto produce? manifestó con sonrisa maliciosa apuntando á la Vega sembrada de maíz que se extendía debajo del camino.

Cuando los vecinos del pequeño valle enclavado entre dos estribaciones de los Andes se enteraron de que Rosalindo Ovejero pensaba bajar á la ciudad de Salta para asistir á la procesión del célebre Cristo llamado «el Señor del Milagro», fueron muchos los que le buscaron para hacerle encomiendas piadosas.

Fui lanzado del asiento a una distancia de seis varas lo menos; pero no recibí daño alguno, según pude colegir después de tentarme todos los miembros. El criado, tampoco. Acudió un pelotón de gente en nuestro socorro, y cuando nos vieron salvos y se enteraron de lo que había hecho, principiaron las bromitas y la risa. Creí que el conde lo iba a tomar a mala parte; pero también le dio por reír.

Matildita revoloteaba como un jilguero asustado; los criados iban y venían con botellitas y frascos entre las manos. Pregunté lo que pasaba, y me enteraron de que la señora de Torres se había puesto enferma repentinamente; un ataque al corazón, decían. ¡Estaba tan gruesa! Fui a su habitación y me dijeron que estaba dentro el médico.

Los demás, cuando se enteraron del asunto, también rieron. Elena se aprovechó lindamente para embromar a su concuñado y ponerle de veras amoscado. Comenzaron en efecto los ensayos del drama o más bien alta comedia según el tecnicismo teatral. Tristán se trasladó a Madrid con su esposa y comenzó a asistir a ellos.

Por mi parte, bien lo sabes , seguiríamos lo mismo; pero mi mujer se ha enterado... anoche hemos tenido una bronca espantosa, pero espantosa, chica; no puedes figurarte cómo se puso. Se desmayó; tuvimos que llamar al médico. La más negra fue que mis papás se enteraron también del motivo, y... una chilla por aquí, otra por allá; mi padre furioso... entre todos me querían comer».

La amistad de las Porreñas y don Silvestre y su hermana llevaba ya cuatro años de mutuas cortesías, de mutuas fórmulas urbanas y de confianzas decorosas. Tomaron asiento las tres, y enteraron á sus amigos de quién era aquel joven que decorosamente las acompañaba.

Al mismo tiempo hacía supremos y angustiosos esfuerzos para trasportar su desentonada voz al falsete discreto que usaban el conde y el sacerdote. El licenciado Velasco de la Cueva, después de posar en el grupo de sus amigos varias miradas á cual más imponente, osó también aproximar la silla, y presto le enteraron del asunto que trataban.

Mac-Kinley, enviando tropas y más tropas á Manila despues de celebrado el armisticio y aún la paz con España; cuando reflexionaron que había ido retardando el envío de la Comisión civil para ajustar con los filipinos el tratado amistoso; cuando conocieron los antecedentes de mi alianza con el almirante Dewey, preparada y arreglada por los cónsules Pratt y Wildman de Singapoore y de Hong-kong; cuando se enteraron del verdadero estado de las cosas en Filipinas el día 4 de Febrero, sabiendo que los filipinos esperaban la contestación de Mr.

Mas convencido de que no era error, lanzó otra exclamación más fuerte y al instante se enteraron todos, y Juan Pablo fue objeto de aclamaciones y plácemes, unos sinceros, otros con su poco de bien disimulada envidia. «Hace tiempo que el amigo Villalonga tenía empeño en eso. Hoy ha machacado tanto que no he podido decirle que no». ¡Pero qué callado se lo tenía!