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Aquel día había sido idéntico a otros incontables días, en el rodar de los días de Belarmino. Y, sin embargo, aquél era un día señero, un día crítico, un día que le había provocado una intuición profunda del porvenir, o, como Belarmino se decía a mismo en aquellos instantes, empleando el tecnicismo esotérico de su inventiva, un faraón crónico.

Está en un coma profundo agregó, queriendo confundir a mi tío con un tecnicismo confuso: es una hemorragia cerebral de forma apoplética paralítica. ¡Jesús me ampare y me favorezca! ¡cuatro enfermedades a la vez! ¡Quién resiste a tanto! Y el pobre hombre, haciendo un esfuerzo supremo para manifestar la más suprema emoción, se llevaba la mano a los ojos y se tiraba nerviosamente del pelo.

Sin embargo, la mayor parte de las veces no lograba penetrar el recóndito sentido de sus razonamientos, quizá porque como neófito no estaba al tanto del tecnicismo filosófico usado en las escuelas. Por esta razón su confidente más asiduo no era el zapatero, sino un guarda del Retiro. Este le instruía como un maestro de la escuela peripatética paseando bajo las amplias avenidas de olmos.

Muchas noches lo llevaba a cenar a la casa de Evangelina y, terminada la cena, los dos amigos se encerraban en una habitación a descamisarse, palabra que en el tecnicismo de los jugadores tiene una repugnante exactitud. Decididamente, el jugador y el loco son una misma entidad.

Les contaba, esforzándose en dar a su palabra un giro parlamentario, ciertos curiosos incidentes de las últimas sesiones del Ayuntamiento. Manejaba ya perfectamente todos los lugares comunes de la oratoria municipal y conocía hasta lo más profundo el tecnicismo reglamentario.

El Estudiantón le escuchaba fascinado, sin sacar nada en limpio, pero con la esperanza cierta de llegar a dominar algún día el tecnicismo de aquel moderno filósofo de portal, o estoico, como él decía, sin saber que en Grecia tanto valía estoico como filósofo de portal. Escobar continuó asistiendo al portal de Belarmino y tomaba notas de lo que oía.

El descrédito de Martinán, como el de los grandes filósofos alemanes, procedía de que no siempre lograba ponerse al alcance de las inteligencias vulgares. Como Kant y Hegel solía abroquelarse detrás de un tecnicismo extraño, incomprensible, bárbaro, que á muchos hacía reir y á otros indignaba.

Serían las dos de la madrugada, hora de gatos y ladrones, cuando sintió un ligero y cauteloso ruido de pasos en el traspatio. Aguzó el oído, y se convenció de que en una puerta que comunicaba con su dormitorio estaban aplicando lo que no en tecnicismo de botica, sino en el de los hijos de Caco, se llamaba entonces una ventosa.

Los blancos o cartones de tiro estaban divididos, según práctica, en un número determinado de círculos concéntricos, desarrollándose alrededor de un punto mitad negro mitad blanco, punto que en el tecnicismo de los tiradores suele llamarse la mosca. La distancia de tiro era todo el largo de la avenida, es decir, veinticinco pasos próximamente.

De ordinario usaba un lenguaje especialísimo, un caló, digámoslo así, que en nada se parecía al de los demás marinos de la tierra, entre quienes es cosa corriente aplicar á todo el tecnicismo náutico. No llamaba á nadie ni á nada por su nombre verdadero, y los que usaba en sustitución, tomados del lenguaje popular de Santander, eran en alto grado expresivos y adecuados.